viernes, 23 de mayo de 2014

Las Oportunidades perdidas en la Misión Vivienda

                Soy defensor de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Para mi es una experiencia inédita en el mundo. Esta construcción masiva de viviendas para las clases menos favorecidas, es seguramente la más significativa política de redistribución del ingreso jamás vista. La transformación de la renta petrolera –riqueza no trabajada- en algo tan perdurable y tan importante en la vida de una familia como lo es una vivienda no puede sino enorgullecer a quien conozca al menos una experiencia de los beneficiarios.
                El panorama cambia un poco cuando se deja la emoción a un lado, la alegría que causa tener finalmente tener vivienda propia , y se procura analizar racionalmente la ejecución del plan de construcción, las implicaciones del desarrollo improvisado de las obras, la utilización de los recursos destinados al desarrollo de este programa y sobre todo, las oportunidades perdidas en el marco de la GMVV. A fin de cuentas, son recursos de todos los venezolanos, no sólo de los beneficiarios.
                Hay muchos hechos vergonzosos alrededor de esta misión. En primer lugar que se nacionalizaran empresas productivas clave como SIDOR y las cementeras y que hoy sean un rosario de problemas sería el primer hecho clave. La oferta de un monto millonario de inversión hubiese sido suficiente para que las empresas se alinearan con los volúmenes requeridos por la misión. Si se sabe que a las empresas las mueve la plata y el estado la tiene, ¿Por qué no usarla a favor de todos? Las taras mentales de una izquierda vetusta, alérgica al capital privado nos llevó a este punto, donde ni las empresas anteriores, ni las nuevas (Cerro Azul por ejemplo), da la talla con las necesidades de la misión, retrasándola en el logro de los objetivos planteados.
                Otros aspectos preocupantes tienen que ver con la localización de los urbanismos, cosa que hasta Fruto Vivas ha criticado. En algunos casos, por tomar espacios como estacionamientos y galpones, que claramente también cumplen una función necesaria en una ciudad moderna y superpoblada como Caracas y son fuente de empleo para muchos. El pago de esas expropiaciones es otra historia que se suma a los desaciertos de la misión. En otros casos, construir viviendas y asignarlas en lugares sin fuentes de empleo, ocasionan en muchos casos, que la gente ocupe la vivienda los fines de semana únicamente y prosiga su vida cotidiana en las condiciones previas a la adjudicación de la vivienda. Sumemos a eso, la imposibilidad de auditar los fondos manejados por la misión, las condiciones en que operan los convenios internacionales con países “amigos”, el tráfico de materiales, y la muy evidente corrupción entre otros detalles para que una misión que debería ser motivo de orgullo pierda brillo.
                Pero creo que lo peor de todo son las oportunidades que se pierden en el marco de esta misión. Un proyecto de semejante envergadura es una oportunidad de oro para cambiar el país, para hacer un rediseño total del país que tenemos sin embargo la demagogia y las taras mentales arraigadas en ciertas capas del gobierno se han ido tragando las potencialidades iniciales que el programa ofrecía.
Oportunidades de desarrollo económico: el potencial de desarrollo económico local se pierde de vista. Ya vimos el error que fue la nacionalización de empresas clave. Se entiende también que China, por ser quien pone parte de la plata, sea el proveedor por excelencia de maquinarias, equipos e insumos en condiciones bastante oscuras. Lo que si no se entiende es que no se haya desarrollado un plan de impulso a las empresas constructoras nacionales y que aún hoy, en medio de semejante despliegue de recursos, existan empresas locales que no consigan contratos con el estado por no tener la flecha correcta. No se contratan empresas venezolanas para no darle armas a la burguesía contra la que se lucha, pero la lucha es contra la burguesía local porque los convenios con países amigos son ejecutados por empresas privadas extranjeras, es decir burgueses de otras nacionalidades. Si Trotsky viera que en Venezuela luchamos contra el capitalismo ayudando a las burguesías extranjeras porque son mejores que las criollas, colapsaría de risa o de rabia. Otra oportunidad perdida es la del encadenamiento industrial que posibilita una gigantesca demanda de insumos. Vemos como una empresa como Sanitarios Maracay languidece mientras gastamos miles de dólares en importar lo que esa empresa en algún momento produjo. Recordemos que esta empresa “recuperada” produciría según el inefable ministro Melendez 125.000 piezas de baño en 2013. Si alguien sabe cuánto produjo, por favor avíseme. Quizá la gestión de Melendez no es la plaga de langostas que  creo que es, y soy yo el equivocado. Sáquenme de mi error por favor.
Oportunidades de desarrollo Urbanístico y desconcentración territorial: La fabricación masiva de viviendas populares obliga a que de algún modo se sacrifiquen consideraciones de estética en pro de la funcionalidad de la vivienda. No soy arquitecto así que no importa lo que yo piense respecto a este punto, pero como ciudadano puedo afirmar que padezco igual que cualquiera el colapso de los servicios de la ciudad, las colas interminables, la inseguridad, la insuficiencia de servicios, el deterioro continuo de la calidad de vida del Caraqueño promedio y la pérdida de espacios recreativos y culturales. En el Municipio Libertador se ha realizado una admirable recuperación de espacios públicos para la recreación y la cultura que procura mitigar este proceso de destrucción de ciudadanos y ciudadanía, pero aún es temprano para cosechar sus bondades. La desafortunada idea del presidente Chavez de que “En Caracas cabe otra Caracas” no puede sino deprimir y horrorizar a quien a diario utiliza la autopista Valle Coche y durante la hora y tanto que toma recorrerla observa las construcciones que se erigen en los terrenos del Fuerte Tiuna. Aun asumiendo que no es nueva población, sino que es la misma cantidad de personas relocalizadas hacia el centro y que abandonan su hábitat actual, la realidad de la ciudad señala en primer lugar, que las invasiones no han cedido, que los ranchos viejos son nuevamente ocupados, que cada día hay nuevas invasiones de áreas verdes e inmuebles abandonados y por otra parte, que la expansión geográfica de Caracas, que bien podría representar un alivio a la congestión de la ciudad es un proyecto abandonado por las autoridades.
Oportunidades para el desarrollo social: Esta es la oportunidad que se está perdiendo que más daño causa a la sociedad. Muchos males sociales se mantienen intactos y en muchos casos se han exacerbado a la sombra de la GMVV, entre otros:
·         Inseguridad: Buena parte de los urbanismos de la GMVV son hoy popularmente conocidos como “Yare”, “Tocorón”, “El Rodeo” etc. en alusión a los impresionantes niveles de criminalidad que en ellos se desarrolla. Se han verticalizado los padecimientos del cerro pero la lógica del funcionamiento se mantiene intacta: Unos pranes se apoderan de pisos enteros y se abrogan el derecho de decidir quien vive en cual apartamento. Son decenas de testimonios de familias que han tenido que abandonar la vivienda asignada por la amenaza del pran del edificio, de eso son testigos los propios trabajadores del MINVIH que deben reubicar a familias por esa razón. Algunos de estos urbanismos son grandes centros de distribución de armas y drogas, impenetrables para la policía. Me consta que ningún bloque del 23 de Enero, Propatria ó Lomas de Urdaneta alcanza semejantes niveles de anarquizacion
·         Ciudadanía: Entre los beneficiarios de la GMVV se observan rasgos derivados de la sociedad petrolera rentista y que se encuentran profundamente arraigados en buena parte de la población como la falta de ciudadanía, entendiendo esta como la pertenencia a una vida social a la vez que se respeta el espacio individual de cada quien. El respeto de normas básicas de convivencia, uso de ascensores para subir motos, música a alto volumen, ingesta de licor en áreas comunes y una impresionante capacidad para ensuciar el edificio y sus alrededores y aun así seguir viviendo con normalidad, son costumbres muy comunes en los barrios pero que en el contexto de una nueva vida, a desarrollarse en unas condiciones físicas diferentes deberían ser corregidas y sería responsabilidad del estado al entregar la vivienda, establecer un conjunto de normas de obligatorio cumplimiento para los beneficiarios. Lamentablemente lo que describo es el común denominador en estos urbanismos y cualquiera que haya visitado alguno puede corroborarlo. El compromiso de cada habitante para contribuir con un pago periódico del condominio ó algo similar, que es ya de por si escaso en casi cualquier urbanización independientemente de su clase social, es inexistente en muchos de estos urbanismos, por lo que al mínimo problema, una bomba de agua, una tubería, una reja, se acude nuevamente al estado para que solucione el problema.
Y es que no puede ser de otro modo, cuando la insistente propaganda gubernamental sólo alude al “derecho” del venezolano a disfrutar de una vivienda, nunca a su deber para con la sociedad. El hecho de que se le entreguen viviendas equipadas, sin costo, sin el compromiso de pagar aunque sea un monto mínimo mensual que contribuya a la sostenibilidad del programa es la expresión de la demagogia más brutal que se haya conocido. En cuanto a los servicios ¿Qué puede esperarse? Un recibo de electricidad de tarifa social, ya de por si subsidiado, es impensable para un beneficiario de la GMVV. Evidentemente no se paga por los servicios pero se protesta y se trancan calles cuando alguno no les llega. Como se ve, ese venezolano acostumbrado a recibir del estado alcanza niveles impensables en urbanismos de la GMVV.
No hablemos de las personas en refugios. Es cierto que perdieron todo, pero basta con acercarse a un refugio para ver la cantidad de personas en edad de trabajar y con plenitud de condiciones físicas sin hacer nada, ni siquiera trabajar en la construcción del urbanismo donde va a vivir. Reciben comida y hasta dinero sin prestar ningún servicio a la sociedad. Merecen todo por su situación y el estado está allí para “protegerlos”. Pasar cerca del Sambil La Candelaria es escalofriante, imagínense lo que es estar adentro.
Esa propaganda oficial de que en Venezuela antes de Chavez nadie podía comprar vivienda es falsa, de hecho, antes del viernes negro no se necesitaba tener un alto cargo para adquirirla: choferes, obreros, secretarias pudieron comprar sus viviendas con sacrificio. Las políticas establecidas por Chavez para el crédito hipotecario han sido muy beneficiosas y han permitido a muchos adquirir viviendas sin tener que esperar que el estado le asigne una regalada. Ese mercado también necesita ser estimulado, no es posible que todo el que aspire a una vivienda deba pasar por la GMVV, es materialmente imposible y socialmente indeseable.


                Para no hacer más larga una historia que cualquiera conoce y puede comprobar, me limito a decir que no todo está perdido, que las oportunidades siguen allí pero la permanente búsqueda de votos, y unas ideas erradas de justicia social han envilecido una gran idea y un gran proyecto. Un viraje como el que estamos viendo en el gobierno puede aprovechar para enmendar lo que varios años de hegemonía de la política causaron en la gestión del estado. Ahora es cuando.

@jhernandezucv







miércoles, 14 de mayo de 2014

REMUNERACIÓN VARIABLE PARA TRABAJADORES DE LAS EMPRESAS DEL ESTADO EN VENEZUELA



“Tanto mercado como sea posible, tanto estado como sea necesario”. Esa trillada frase, cuyo origen desconozco y que el profesor Emeterio Gomez detestaba tanto, resume bastante bien lo que parece ser la nueva orientación económica del gobierno de Nicolás Maduro, que comienza a diferenciarse tímidamente de la de su predecesor y mentor político Hugo Chavez. El odio a esa frase, a su ambigüedad ideológica, unifica de forma casi milagrosa a izquierdistas radicales (los que son y los que lo aparentan desde su escritorio, con su salario garantizado) y a la derecha liberal y su aparato académico-ideológico legitimador de todo cuanto preserva la hegemonía del capital privado.
La acción del estado es un equilibrio para el sistema económico. No sólo a través de los mecanismos jurídicos, de fiscalización y de ejercicio de autoridad legítima. Tampoco para resolver únicamente los “fallos del mercado” sino como actor económico de primer orden, generando bienes y servicios para la sociedad, superando las limitaciones de la lógica privada de acumulación y rentabilidad. En el caso de Venezuela, una economía de vocación importadora y consumista, la producción estatal puede actuar, junto con un conjunto de medidas adicionales, como un elemento catalizador de una dinámica interna favorable al desarrollo de una economía menos dependiente de la renta petrolera.
No hablo del proceso de “industrialización” presenciado en los últimos años, en el que el país se ha poblado de decenas de proyectos costosos, poco competitivos e incluso inviables en ausencia de masivas importaciones con dólares baratos subsidiados por la industria petrolera. Proyectos “LEGO” que sólo ensamblan componentes importados, suministrados por nuestros “socios” son hoy un desaguadero de recursos para la sociedad, no sólo drenando nuestras ya menguadas reservas internacionales sino por el peso que estas representan en el presupuesto fiscal a través de abultadas nóminas improductivas. Hablo de un proceso real de creación de valor agregado nacional, apuntalado por ventajas competitivas reales, creadas a lo largo de los años. Ningún proyecto vendido por empresas privadas de países amigos, puede implantar condiciones de competitividad con proyectos llave en mano.
De los resultados obtenidos en esta materia en los últimos años, es mejor ni entrar en detalle. Una breve revisión de cualquier memoria y cuenta ó informe de gestión (cuando los publican) de casi cualquier empresa del estado (del sector industrial, el caso de la banca es diferente) independientemente si es nueva, nacionalizada, expropiada, grande ó pequeña, arroja un rosario de razones por las cuales no se logran los objetivos (casi siempre son razones externas por cierto). Entre tanto, trabajadores de todo nivel incluyendo a sus gerentes, cobran su 15 y último –mucho ó poco- independientemente de los resultados de la empresa.
Un sistema de remuneración variable, vinculado al logro de los objetivos de la empresa.
La idea de “amarrarse al mástil” tomada de “La Odisea” representa en forma simple y gráfica el objetivo de este sistema: el mástil es el eje central del barco, sin él, el barco se hunde, quien se amarre a él como Ulises corre la misma suerte del barco. Del mismo modo, las metas de producción y de resultados financieros son el mástil de una empresa y estamos amarrados a ellos. Si no se cumplen, nos hundimos con el barco. Los trabajadores no deben aspirar, ni el estado debe consentir el otorgamiento de beneficios laborales que comprometen la viabilidad financiera y la competitividad en costos  de la empresa.
El mecanismo: Evaluación del desempeño.
Se requiere una metodología discutida, aceptada y entendida por los trabajadores para adoptar mecanismos de recompensa a la productividad, el desempeño general, el logro de metas individuales y colectivas, la excelencia operativa entre otros criterios. Para eso es necesario el establecimiento de indicadores de gestión objetivos, claros, medibles y adaptados a las particularidades de cada empresa y a lo interno, a las necesidades de cada área funcional. La evaluación de desempeño, basada en indicadores críticos para la empresa, ponderados de acuerdo al impacto que tienen sobre el resultado final es un mecanismo idóneo –quizá hay muchos más- para levantar la productividad de las empresas estatales y para evitar una espiral creciente de demanda de reivindicaciones sin sustento económico. Se parte de un salario básico determinado por escalas, atendiendo consideraciones como formación, experiencia, responsabilidad del cargo, condiciones de trabajo, complejidad de las funciones etc y se establece el componente variable como un complemento que puede alcanzar hasta 50% del salario base, elevando el ingreso pero también la productividad.
En Cuba, la quinta paila del infierno para muchos y el edén para algunos revolucionarios de librito, se están produciendo cambios interesantes en materia de gestión estatal para “actualizar” un modelo de resultados sub óptimos –en términos económicos- que paradójicamente en Venezuela estamos empeñados en imponer. Los ingresos petroleros que sirvieron por un tiempo a ese propósito, hoy son insuficientes por lo que deben introducirse los correctivos lo más pronto posible. En este sentido, respecto a Cuba se lee lo siguiente:
 “En materia de salarios se han introducido variantes nuevas en Cuba, a partir del esfuerzo para desarrollar la economía y buscar mayor competitividad en la empresa cubana. Ahora, junto al concepto de salario fijo se desarrolla el pago por resultados, en una fórmula que busca desatar las reservas de eficiencia presentes en la fuerza laboral. Ya hay resultados en ese sentido y se observan áreas donde la economía se recupera. También se han puesto en práctica vías para el incremento del salario como la estructuración de sistemas de estimulación por el cual, a partir del cumplimiento de indicadores determinados, el trabajador puede acceder a incrementos en moneda nacional ó en divisas que como resultado provocan un aumento en sus ingresos…
….se desarrollaron en un momento particular, mecanismos de entrega de bienes  a los trabajadores, que han sido reformulados, en tanto que su sostenimiento puede frenar el desarrollo de la productividad, pues pueden llegar a no responder a las necesidades de sus beneficiarios”[1]
Para entenderlo mejor: Raúl Castro ha entendido que en el actual contexto global,  los incentivos económicos a los trabajadores son fundamentales para el desarrollo de la productividad potencial de la Isla, mientras que en Venezuela, la burocracia enquistada en el estado se propone actuar como el administrador del bienestar material de los trabajadores, remplazando el salario,  las aspiraciones de superación personal y a la adquisición de bienes por esfuerzo propio, por un sistema de “asignación” como Mercales y PDVALES, Mi Casa Bien Equipada, Misión Vivienda, Venezuela Productiva entre otros sistemas, cuya disponibilidad debería ser una alternativa y no el destino inexorable de quien aspire a comprar casa, carro, electrodomésticos etc, es decir, mejorar su situación material con el resultado de su esfuerzo. En términos prácticos, anótate en esta lista y haz la cola… Otra estrategia es aplacar esas aspiraciones a través del sermón moralizador, que pretende satanizar todo deseo material terrenal, señalando este como una debilidad del carácter revolucionario que el trabajador debe tener. Fariseismo puro.
Los obstáculos a la idea
Como todo sistema, este tiene dificultades en su implantación, problemas que se exacerban en el caso del estado rentista donde el petróleo usualmente sufraga todo y ante cualquier imprevisto, un crédito adicional y un poco de paciencia es suficiente para resolverlo. Por otra parte, la frase de Einstein “resulta más fácil reventar un núcleo atómico que un prejuicio” alcanza niveles absurdos en el caso de la administración estatal, que no se caracteriza precisamente por sus innovaciones en materia de gestión. Algunas de las resistencias previsiblemente más fuertes en la implantación de este sistema serían:
La “Tecnoestructura”: Tomo el término de Galbraight para referirme a  los niveles gerenciales y supervisorios de las empresas estatales, que en la práctica fungen como comisarios políticos. Su designación no responde a trayectoria dentro de la empresa ó preparación profesional sino al hecho de pertenecer al “grupo de confianza” de quien, bajo similares circunstancias funge como ministro del área. Así vemos como Ricardo Menéndez, un geógrafo posiblemente talentoso en su área manejó la responsabilidad de la diversificación industrial de la economía venezolana –una pelusa- con resultados que no pueden calificarse sino como desastrosos y lamentables. Volviendo con los niveles gerenciales de las empresas, esta “confianza” que reciben de parte de sus “padrinos políticos” es retribuida generalmente no con la obtención de resultados destacados en su ámbito de acción, sino con una obediencia ciega que raya en la sumisión ¿ó es que alguien ha visto a algún director contradiciendo al ministro? el cumplimiento de objetivos políticos –cantidad de personas “aportadas” a las marchas, contribuciones logísticas (uso de recursos de la empresa con fines proselitistas)- y una incesante campaña para convencer al mundo del éxito de la gestión, no en los términos concretos que su labor implica –producción- sino en los términos abstractos que el discurso político maneja a través de los medios de propaganda. Es así como vemos que la casta gerencial “toyotera” –llamada así por su inocultable debilidad por vehículos de doble tracción preferiblemente de la marca japonesa- viven y mueren tratando de convencer al mundo de sus profundas convicciones revolucionarias y socialistas, hablándole a todos, especialmente al personal a su cargo,  desde una pretendida superioridad moral de desapego por los bienes materiales, empapelando las instalaciones de cuanto icono de marketing revolucionario ha existido y, por supuesto uniformando de rojo todo cuanto se pueda. Estos personajes –sin duda alguna parte del “legado”- se empeñan en la prédica de un nuevo evangelio, repitiendo la letanía de las virtudes sacrosantas del comandante eterno, procurando convencer y convencerse, de la infalibilidad del comandante supremo, presentándolo no como el gran líder político que fue, sino como un ser bondadoso que dio la vida por nosotros, tal como lo aconseja la inútil y extemporánea campaña para transformar al presidente Chavez en “líder espiritual” de la nación ó en un Ayatolá del nuevo pensamiento político Latinoamericano.
Pero asumamos por un momento la existencia de una reserva de talento gerencial honesta y calificada. Asumamos su honestidad, pensemos que no llenan las nóminas con sus familiares o en caso que lo hagan, asumamos que estos al menos cumplen las funciones del cargo por el que cobran y no son simples mandaderos y cargamaletas. Incluso para personas de estas características, la implantación de un sistema de compensación variable entraña una serie de desafíos en el diseño del instrumento, su aplicación, y la comunicación de sus beneficios a los diferentes niveles de la organización. En este punto conviene decir que para el estado es un reto encontrar y retener talento gerencial competente debido a las bajas remuneraciones. Debido a ello, las competencias claves son reemplazadas por la lealtad, la lectura de literatura partidista y panfletaria, y el consistente disfrute en los momentos libres, de los programas claves de la parrilla de VTV ó de las cadenas.
Los trabajadores: Debido a la demagogia electorera que se ha impuesto en los últimos años, se quiere hacer ver a los trabajadores, como las víctimas de explotación de malvados patronos. En la medida que el estado se hace con más y más medios de producción, este discurso, efectivo para el ataque a terceros, se revierte y dificulta el logro de los objetivos propuestos. Ausentismo, reposerismo y conflictividad permanente en las empresas afectan la posibilidad de cumplir con las metas de producción. El manejo de un concepto pervertido de justicia social condujo a la nacionalización de varias empresas privadas (recuerdo el caso de VIVEX y Jhonsons Control en el sector automotriz) debido a la conflictividad laboral que se resolvería cuando estas empresas pasaran a manos del estado. Otro caso emblemático del lamentable papel del “movimiento obrero” lo representa el caso de INVEPAL donde los trabajadores prefirieron volver a ser asalariados –esta vez del estado- en lugar de dueños y accionistas. No quisieron amarrarse al mástil, ahora, lo que pase con la empresa es problema del gobierno, los trabajadores siguen cobrando.
Un esquema de remuneración variable representa la posibilidad de incrementar en buena medida el ingreso de los trabajadores, pero eleva considerablemente la exigencia sobre el trabajo realizado, por lo que es perfectamente normal que se generen resistencias a la implantación del modelo.
La remuneración que un trabajador recibe debe salir del producto de su trabajo, no de la renta petrolera, aun cuando esta permita garantizar la base mínima. Avanzar hacia una cultura del trabajo y la productividad, desterrar la alergia que causa en muchos palabras como competitividad, rentabilidad, desempeño son retos pendientes para gerenciar las empresas del estado. Remunerar a cada quien según su trabajo ¿hay algo más socialista que eso?


@jhernandezucv





[1] El Derecho Laboral en Cuba. Fundamentos, actualidad, perspectivas. Abg. Guillermo Molina. Disponible en http://www.azc.uam.mx/publicaciones/alegatos. Universidad Autónoma Metropolitana, México.