“Tanto mercado como sea posible,
tanto estado como sea necesario”. Esa trillada frase, cuyo origen desconozco y
que el profesor Emeterio Gomez detestaba tanto, resume bastante bien lo que
parece ser la nueva orientación económica del gobierno de Nicolás Maduro, que
comienza a diferenciarse tímidamente de la de su predecesor y mentor político
Hugo Chavez. El odio a esa frase, a su ambigüedad ideológica, unifica de forma
casi milagrosa a izquierdistas radicales (los que son y los que lo aparentan
desde su escritorio, con su salario garantizado) y a la derecha liberal y su
aparato académico-ideológico legitimador de todo cuanto preserva la hegemonía
del capital privado.
La acción del estado es un
equilibrio para el sistema económico. No sólo a través de los mecanismos
jurídicos, de fiscalización y de ejercicio de autoridad legítima. Tampoco para
resolver únicamente los “fallos del mercado” sino como actor económico de
primer orden, generando bienes y servicios para la sociedad, superando las
limitaciones de la lógica privada de acumulación y rentabilidad. En el caso de
Venezuela, una economía de vocación importadora y consumista, la producción
estatal puede actuar, junto con un conjunto de medidas adicionales, como un
elemento catalizador de una dinámica interna favorable al desarrollo de una
economía menos dependiente de la renta petrolera.
No hablo del proceso de
“industrialización” presenciado en los últimos años, en el que el país se ha
poblado de decenas de proyectos costosos, poco competitivos e incluso inviables
en ausencia de masivas importaciones con dólares baratos subsidiados por la
industria petrolera. Proyectos “LEGO” que sólo ensamblan componentes
importados, suministrados por nuestros “socios” son hoy un desaguadero de
recursos para la sociedad, no sólo drenando nuestras ya menguadas reservas
internacionales sino por el peso que estas representan en el presupuesto fiscal
a través de abultadas nóminas improductivas. Hablo de un proceso real de
creación de valor agregado nacional, apuntalado por ventajas competitivas
reales, creadas a lo largo de los años. Ningún proyecto vendido por empresas
privadas de países amigos, puede implantar condiciones de competitividad con
proyectos llave en mano.
De los resultados obtenidos en
esta materia en los últimos años, es mejor ni entrar en detalle. Una breve
revisión de cualquier memoria y cuenta ó informe de gestión (cuando los publican)
de casi cualquier empresa del estado (del sector industrial, el caso de la
banca es diferente) independientemente si es nueva, nacionalizada, expropiada,
grande ó pequeña, arroja un rosario de razones por las cuales no se logran los
objetivos (casi siempre son razones externas por cierto). Entre tanto,
trabajadores de todo nivel incluyendo a sus gerentes, cobran su 15 y último
–mucho ó poco- independientemente de los resultados de la empresa.
Un sistema de remuneración variable, vinculado al logro de los
objetivos de la empresa.
La idea de “amarrarse al mástil”
tomada de “La Odisea” representa en forma simple y gráfica el objetivo de este
sistema: el mástil es el eje central del barco, sin él, el barco se hunde,
quien se amarre a él como Ulises corre la misma suerte del barco. Del mismo
modo, las metas de producción y de resultados financieros son el mástil de una
empresa y estamos amarrados a ellos. Si no se cumplen, nos hundimos con el
barco. Los trabajadores no deben aspirar, ni el estado debe consentir el
otorgamiento de beneficios laborales que comprometen la viabilidad financiera y
la competitividad en costos de la
empresa.
El mecanismo: Evaluación del desempeño.
Se requiere una metodología
discutida, aceptada y entendida por los trabajadores para adoptar mecanismos de
recompensa a la productividad, el desempeño general, el logro de metas
individuales y colectivas, la excelencia operativa entre otros criterios. Para
eso es necesario el establecimiento de indicadores de gestión objetivos,
claros, medibles y adaptados a las particularidades de cada empresa y a lo
interno, a las necesidades de cada área funcional. La evaluación de desempeño,
basada en indicadores críticos para la empresa, ponderados de acuerdo al
impacto que tienen sobre el resultado final es un mecanismo idóneo –quizá hay
muchos más- para levantar la productividad de las empresas estatales y para
evitar una espiral creciente de demanda de reivindicaciones sin sustento
económico. Se parte de un salario básico determinado por escalas, atendiendo
consideraciones como formación, experiencia, responsabilidad del cargo,
condiciones de trabajo, complejidad de las funciones etc y se establece el
componente variable como un complemento que puede alcanzar hasta 50% del
salario base, elevando el ingreso pero también la productividad.
En Cuba, la quinta paila del
infierno para muchos y el edén para algunos revolucionarios de librito, se
están produciendo cambios interesantes en materia de gestión estatal para
“actualizar” un modelo de resultados sub óptimos –en términos económicos- que
paradójicamente en Venezuela estamos empeñados en imponer. Los ingresos
petroleros que sirvieron por un tiempo a ese propósito, hoy son insuficientes por
lo que deben introducirse los correctivos lo más pronto posible. En este
sentido, respecto a Cuba se lee lo siguiente:
“En
materia de salarios se han introducido variantes nuevas en Cuba, a partir del
esfuerzo para desarrollar la economía y buscar mayor competitividad en la
empresa cubana. Ahora, junto al concepto de salario fijo se desarrolla el pago
por resultados, en una fórmula que busca desatar las reservas de eficiencia
presentes en la fuerza laboral. Ya hay resultados en ese sentido y se observan
áreas donde la economía se recupera. También se han puesto en práctica vías
para el incremento del salario como la estructuración de sistemas de
estimulación por el cual, a partir del cumplimiento de indicadores
determinados, el trabajador puede acceder a incrementos en moneda nacional ó en
divisas que como resultado provocan un aumento en sus ingresos…
….se desarrollaron en un momento particular, mecanismos de entrega de
bienes a los trabajadores, que han sido
reformulados, en tanto que su sostenimiento puede frenar el desarrollo de la
productividad, pues pueden llegar a no responder a las necesidades de sus
beneficiarios”[1]
Para entenderlo mejor: Raúl
Castro ha entendido que en el actual contexto global, los incentivos económicos a los trabajadores
son fundamentales para el desarrollo de la productividad potencial de la Isla,
mientras que en Venezuela, la burocracia enquistada en el estado se propone
actuar como el administrador del bienestar material de los trabajadores,
remplazando el salario, las aspiraciones
de superación personal y a la adquisición de bienes por esfuerzo propio, por un
sistema de “asignación” como Mercales y PDVALES, Mi Casa Bien Equipada, Misión
Vivienda, Venezuela Productiva entre otros sistemas, cuya disponibilidad
debería ser una alternativa y no el destino inexorable de quien aspire a
comprar casa, carro, electrodomésticos etc, es decir, mejorar su situación
material con el resultado de su esfuerzo. En términos prácticos, anótate en
esta lista y haz la cola… Otra estrategia es aplacar esas aspiraciones a través
del sermón moralizador, que pretende satanizar todo deseo material terrenal,
señalando este como una debilidad del carácter revolucionario que el trabajador
debe tener. Fariseismo puro.
Los obstáculos a la idea
Como todo sistema, este tiene
dificultades en su implantación, problemas que se exacerban en el caso del
estado rentista donde el petróleo usualmente sufraga todo y ante cualquier
imprevisto, un crédito adicional y un poco de paciencia es suficiente para
resolverlo. Por otra parte, la frase de Einstein “resulta más fácil reventar un
núcleo atómico que un prejuicio” alcanza niveles absurdos en el caso de la
administración estatal, que no se caracteriza precisamente por sus innovaciones
en materia de gestión. Algunas de las resistencias previsiblemente más fuertes
en la implantación de este sistema serían:
La “Tecnoestructura”: Tomo el término de Galbraight para referirme
a los niveles gerenciales y
supervisorios de las empresas estatales, que en la práctica fungen como
comisarios políticos. Su designación no responde a trayectoria dentro de la
empresa ó preparación profesional sino al hecho de pertenecer al “grupo de
confianza” de quien, bajo similares circunstancias funge como ministro del
área. Así vemos como Ricardo Menéndez, un geógrafo posiblemente talentoso en su
área manejó la responsabilidad de la diversificación industrial de la economía
venezolana –una pelusa- con resultados que no pueden calificarse sino como
desastrosos y lamentables. Volviendo con los niveles gerenciales de las
empresas, esta “confianza” que reciben de parte de sus “padrinos políticos” es retribuida
generalmente no con la obtención de resultados destacados en su ámbito de
acción, sino con una obediencia ciega que raya en la sumisión ¿ó es que alguien
ha visto a algún director contradiciendo al ministro? el cumplimiento de
objetivos políticos –cantidad de personas “aportadas” a las marchas,
contribuciones logísticas (uso de recursos de la empresa con fines
proselitistas)- y una incesante campaña para convencer al mundo del éxito de la
gestión, no en los términos concretos que su labor implica –producción- sino en
los términos abstractos que el discurso político maneja a través de los medios
de propaganda. Es así como vemos que la casta gerencial “toyotera” –llamada así
por su inocultable debilidad por vehículos de doble tracción preferiblemente de
la marca japonesa- viven y mueren tratando de convencer al mundo de sus
profundas convicciones revolucionarias y socialistas, hablándole a todos,
especialmente al personal a su cargo, desde una pretendida superioridad moral de
desapego por los bienes materiales, empapelando las instalaciones de cuanto
icono de marketing revolucionario ha existido y, por supuesto uniformando de
rojo todo cuanto se pueda. Estos personajes –sin duda alguna parte del “legado”-
se empeñan en la prédica de un nuevo evangelio, repitiendo la letanía de las
virtudes sacrosantas del comandante eterno, procurando convencer y convencerse,
de la infalibilidad del comandante supremo, presentándolo no como el gran líder
político que fue, sino como un ser bondadoso que dio la vida por nosotros, tal
como lo aconseja la inútil y extemporánea campaña para transformar al
presidente Chavez en “líder espiritual” de la nación ó en un Ayatolá del nuevo
pensamiento político Latinoamericano.
Pero asumamos por un momento la
existencia de una reserva de talento gerencial honesta y calificada. Asumamos
su honestidad, pensemos que no llenan las nóminas con sus familiares o en caso
que lo hagan, asumamos que estos al menos cumplen las funciones del cargo por
el que cobran y no son simples mandaderos y cargamaletas. Incluso para personas
de estas características, la implantación de un sistema de compensación
variable entraña una serie de desafíos en el diseño del instrumento, su
aplicación, y la comunicación de sus beneficios a los diferentes niveles de la
organización. En este punto conviene decir que para el estado es un reto encontrar
y retener talento gerencial competente debido a las bajas remuneraciones.
Debido a ello, las competencias claves son reemplazadas por la lealtad, la
lectura de literatura partidista y panfletaria, y el consistente disfrute en
los momentos libres, de los programas claves de la parrilla de VTV ó de las
cadenas.
Los trabajadores: Debido a la demagogia electorera que se ha
impuesto en los últimos años, se quiere hacer ver a los trabajadores, como las
víctimas de explotación de malvados patronos. En la medida que el estado se
hace con más y más medios de producción, este discurso, efectivo para el ataque
a terceros, se revierte y dificulta el logro de los objetivos propuestos. Ausentismo,
reposerismo y conflictividad permanente en las empresas afectan la posibilidad
de cumplir con las metas de producción. El manejo de un concepto pervertido de
justicia social condujo a la nacionalización de varias empresas privadas
(recuerdo el caso de VIVEX y Jhonsons Control en el sector automotriz) debido a
la conflictividad laboral que se resolvería cuando estas empresas pasaran a
manos del estado. Otro caso emblemático del lamentable papel del “movimiento
obrero” lo representa el caso de INVEPAL donde los trabajadores prefirieron
volver a ser asalariados –esta vez del estado- en lugar de dueños y
accionistas. No quisieron amarrarse al mástil, ahora, lo que pase con la empresa
es problema del gobierno, los trabajadores siguen cobrando.
Un esquema de remuneración
variable representa la posibilidad de incrementar en buena medida el ingreso de
los trabajadores, pero eleva considerablemente la exigencia sobre el trabajo
realizado, por lo que es perfectamente normal que se generen resistencias a la
implantación del modelo.
La remuneración que un trabajador
recibe debe salir del producto de su trabajo, no de la renta petrolera, aun
cuando esta permita garantizar la base mínima. Avanzar hacia una cultura del
trabajo y la productividad, desterrar la alergia que causa en muchos palabras
como competitividad, rentabilidad, desempeño son retos pendientes para
gerenciar las empresas del estado. Remunerar a cada quien según su trabajo ¿hay
algo más socialista que eso?
@jhernandezucv
[1] El
Derecho Laboral en Cuba. Fundamentos, actualidad, perspectivas. Abg. Guillermo
Molina. Disponible en http://www.azc.uam.mx/publicaciones/alegatos.
Universidad Autónoma Metropolitana, México.
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