jueves, 31 de octubre de 2019

UNA ECONOMÍA DE FOOD TRUCKS Y BODEGONES



Ya son varias las ocasiones en las que he leído de opinadores a los que respeto, referirse de forma más menos despectiva o sarcástica al estado actual de la economía venezolana, como una "economía de bodegones" haciendo referencia a la sorprendente e inexplicable proliferación de estos expendios de mercancía exclusiva en un país cuya economía se encuentra postrada y la gran mayoría de su población, afectada una crisis humanitaria compleja en la que millones de ciudadanos carecen de acceso a una alimentación completa o servicios médicos básicos.

Hace dos o tres años habría sido impensable el panorama que vemos hoy en diferentes ciudades del país y sin duda, esta tendencia va de la mano con la creciente dolarización de su economía. El influjo de remesas de los millones de venezolanos que han emigrado en años recientes, el trabajo freelance pagado en dólares a la mano de obra más barata del planeta, la desacumulación del ahorro -honesto y deshonesto-que los ciudadanos venezolanos habían logrado durante la época de bonanza y la innegable participación de actividades ilícitas dolarizadas, especialmente el contrabando y el narcotráfico, han contribuído a que nuevas modalidades de pago se hayan incorporado a la actividad comercial en el país: dólares en efectivo, Zelle, Paypal, criptomonedas y otras formas de monedas estables, en reemplazo del bolivar flácido, cuyo valor tiende a cero con cada día que Maduro permanece el poder.

Y este era el resultado anunciado de la hiperinflación: la sustitución de una moneda que no vale siquiera el papel en el que está impresa. En la medida en que el gobierno de Maduro ha abandonado en la práctica la persecución a los comerciantes y la imposición del control de precios, haciéndose  la vista gorda con la dolarización informal, se ha reducido el riesgo cambiario -uno de los principales motivos de la parálisis económica de los últimos años- dando paso a una nueva dinámica que hoy presenciamos y que se expresa en bodegones y food trucks pero que es mucho más y mucho mejor que sólo eso.


¿Cómo es que en el peor momento del flujo de ingresos por petróleo, cuando -ahora sí y sin querer- ha muerto el rentismo petrolero; ahora que el BCV no vende dólares al sector privado, y cuando el ingreso familiar promedio se encuentra al mínimo histórico luego de años de hiperinflación, comienzan a proliferar las ventas de celulares, electrodomésticos (incluyendo un Dakazo, esta vez uno que si vale la pena) repuestos, baterías, servicios turísticos, boletos aéreos, y el abastecimiento de todo tipo de productos haya retornado a sus canales regulares?


La respuesta debe encontrarse en el cambio del rol del estado en los últimos meses. Un estado quebrado, sin dólares y con una producción petrolera reducida a su mínima expresión, no podía continuar con el rol de controlador de toda la actividad económica del país. Un gobierno que ha arruinado hasta el cierre técnico a la gran mayoría de las empresas estatales no tiene más remedio que permitir las condiciones para que el sector privado pueda medianamente iniciar la senda de la recuperación económica.

Es en este contexto donde surge entonces estas "burbujas de consumo" como se les ha etiquetado a los bodegones y food trucks por sólo nombrar dos de los más visibles fenómenos comerciales de los últimos meses. Como yo lo veo, estos emprendimientos, en una economía mucho más pequeña y débil que lo que correspondería a un pais petrolero normal, podrían ser en realidad las primeras manifestaciones de una actividad emprendedora legítima y competitiva, en tanto no depende como en otras épocas de una bonanza petrolera, del gasto público -que en términos reales no deja de caer- o de la transferencia de la riqueza petrolera del sector público al sector privado como históricamente ha ocurrido en el país, mediante exenciones impositivas, subsidios o el dolar barato, primera manifestación del rentismo petrolero que los venezolanos llevamos en el ADN social.

Quienes han decidido arriesgar capital en medio de una severa contracción del consumo, ofreciendo productos diferenciados, a un target de mercado específico que puede pagarlo, e innovando en calidad, precios, promociones etc, están usando seguramente su propio capital para importar, pagan alquileres y servicios, demandan insumos nacionales (en el caso de la oferta gastronómica) y contratan trabajadores que, en alguna medida reciben compensación igualmente en divisas, y pueden por tanto adquirir lo que hace un par de años no podían y muy probablemente, no estaban disponibles en los anaqueles.

No se trata de ser optimista o ingenuo. Estamos de acuerdo en que esto no es suficiente. Estamos de acuerdo en que la economía venezolana sigue completamente arruinada. Incluso acepto -aún sin pruebas- que muchos de los emprendedores y consumidores de estos negocios están vinculados a negocios ilícitos (son enchufados). Lo que no se puede negar es que se trata de un movimiento interesante que expresa la voluntad emprendedora de muchos de quienes contra viento y marea, apuestan a construir su futuro en este país, arriesgando su patrimonio y su tranquilidad. Lo están haciendo los pequeños emprendedores, y en alguna medida, las grandes empresas. En un contexto en el que ya no hay oportunidades de arbitraje por obtener del estado dólares, insumos y mercancía subsidiada, al sector privado no le queda sino arriesgar, invertir y competir para ganar dinero. Personalmente, conozco empresas que lo están haciendo y aunque muchos de mis colegas formadores de opinión, insistan en ignorar o minimizar el impacto que los verdaderos emprendedores tienen y tendrán en el corto y mediano plazo, hay un frágil proceso en marcha que será muy positivo. Ojalá los políticos y los asesores de cualquier signo que quieren restaurar condiciones económicas del pasado, no terminen arruinando la gestación de una nueva economía -mucho más pequeña, pero sin duda más sana que la paquidérmica economía dependiente de subsidios que ha caracterizado al país en los últimos 50 años.


@jhernandezucv








miércoles, 20 de febrero de 2019

La geopolítica detrás del derrocamiento de Nicolás Maduro



La dictadura de nuevo tipo que se instauró en Venezuela de la mano de Nicolás Maduro bien podría ser perfectamente funcional a los intereses estadounidenses de no ser por la incómoda presencia de rusos y chinos como competidores directos en el control de los recursos del país, una influencia que desde hace mucho le quita el sueño a los sectores más conservadores de los EEUU, que ven como en su patio trasero se pasean tranquilamente sus rivales históricos [1].

Es en este contexto que se produce el movimiento liderado por EEUU para derrocar a Nicolás Maduro. No se trata de un problema de catástrofe humanitaria que, ciertamente afecta a sectores de la población imposibilitados de acceder a las condiciones mínimas de subsistencia. Mucho menos se trata de la preocupación del Departamento de Estado por la pulverización de la economía venezolana y el bienestar de su población. Ni siquiera se trata de las constantes violaciones de los derechos civiles de miles de venezolanos que nos han impedido librarnos del peor gobierno en la historia del país. Se trata de que simplemente, los sectores más conservadores de la sociedad norteamericana han logrado colocar en la Casa Blanca, a unos peligrosísimos personajes que buscan -de forma abierta y desvergonzada- desplazar a China y a Rusia, de su patio trasero.

Y es por eso que, siendo Maduro el líder de una organización criminal que controla los recursos de Venezuela, se ha convertido en un objetivo relativamente fácil y de consenso para las apetencias de la administración Trump y su promesa de “hacer a EEUU grande otra vez”. La abierta participación de los EEUU, el esfuerzo invertido por la plana mayor de la política exterior gringa expresado las decenas de tuits, discursos y mensajes de Mike Pompeo y John Bolton, así como el papel del senador Marco Rubio -enfocado en ganar y mantener simpatías en su clientela electoral de Florida- obliga a pensar que esta vez, la administración Trump va a llegar hasta el final en sus intenciones de derrocar a Maduro y colocar un gobierno alineado sin cortapisas a los intereses estadounidenses. Sin embargo, no hay que olvidar que Trump en los años que tiene en la Casa Blanca ha dado unos giros fabulosos si se comparan sus acciones con sus promesas electorales, como lo evidencia su postura indefinida ante Rusia, China, Corea del Norte, y lo intrascendente de sus reformas a Obamacare, la reducción de impuestos y al NAFTA. Sólo las sanciones a Irán y la batalla por el muro quedan en pie como parte de las promesas de Trump. Necesitan una victoria, y siendo Maduro prácticamente indefendible, Venezuela parece la ocasión perfecta para que EEUU “comience a ganar guerras otra vez”[2]

Pero el mundo ya no es lo que era y los rusos también juegan -y los chinos también-. Al plantear la situación como un todo o nada, los EEUU ponen contra la pared a las superpotencias rivales que difícilmente van a ceder sin pelear, la cabeza de playa que han ganado en este lado del Atlántico. No haya nada que Maduro pueda ofrecer a los gringos, porque el objetivo grande de los EEUU es la expulsión de chinos y rusos de su patio trasero. El movimiento encabezado por Juan Guaidó por otra parte, carece de capacidad de negociación ya que simplemente cumplen órdenes de Washington, y no hay nada que le puedan ofrecer a chinos y rusos sin desatar la ira de quienes les dan las órdenes. Quien paga la música, elige la canción.

Parece entonces que el juego está trancado y que las grandes decisiones sobre el destino de Venezuela no se toman en la confrontación Maduro-Guaidó sino en las conversaciones entre Sergei Lavrov y Mike Pompeo. ¿Hay alguna posibilidad de destrancar el juego sin que haya intervención armada? Quizá. Si el PSUV y sus aliados “sacrificaran” a Maduro obligándole a renunciar, como figura representativa de un gobierno empobrecedor y violador de derechos humanos, lograrían desarticular el discurso que ha posicionado la inminente necesidad de intervención extranjera para enmascarar las verdaderas intenciones del DoS norteamericano. ¿Una transición guiada por Delcy Rodríguez representaría un cambio importante para la situación del país? Difícil de creer, pero sin duda podría dar por logrado el objetivo de la administración Trump que, como sabemos, hace ver como grandes victorias lo que en realidad son logros más bien modestos.

¿Como quedarían los dirigentes opositores locales con algo así? Mal, seguramente, pero quizá esto siente las bases para el surgimiento de una oposición hecha en Venezuela, un poco menos pendiente de los radicales del tuiter y más pendiente de la defensa de nuestros intereses y de lo que en realidad necesitamos los venezolanos: una transformación de la relación estado-sociedad, sin caer en el liberalismo simplón, pero eso ya es otro tema.

@jhernandezucv





lunes, 18 de febrero de 2019

Tres lecciones de economía que aprendió el Madurismo













-          El subsidio al tipo de cambio era totalmente inútil: Luego de CADIVI, SICAD, SIMADI, DICOM etc, la realidad demuestra que los tipos de cambio artificialmente bajos de esos sistemas profundizó las distorsiones de la economía y dio origen a mafias, además de una cultura generalizada de captura de dólares en los mecanismos oficiales para su reventa en los mecanismos “de mercado”. Desde hace un par de semanas, luego de un severo ajuste en la tasa oficial que igualó e incluso superó el tipo de cambio paralelo, y el reconocimiento de la imperfecta tasa de Interbanex como una tasa legal, el dólar “criminal” ha dejado de ser un dolor de cabeza y el gobierno ha podido aplicar mecanismos de política monetaria para controlar su escalada. Aunque no compartimos los instrumentos utilizados, la adopción de una tasa “de mercado” y el abandono del discurso del dólar criminal como justificación de la crisis es lo mínimo que veníamos pidiendo muchos analistas desde hace mucho tiempo.
-          El financiamiento monetario del déficit fiscal genera inflación: aunque quedó para el olvido la promesa de disciplina fiscal prusiana y el banco central no ha dejado de emitir dinero para financiar las necesidades fiscales del gobierno, el severo torniquete aplicado a la banca mediante el encaje legal y el encaje marginal, es un claro reconocimiento de lo que por años hemos venido diciendo la mayoría de los economistas -que esos bolívares que el BCV crea de la nada impulsan los precios y la demanda de dólares en el contexto de postración productiva en el que nos encontramos-. Aunque la medida de encaje nos parece contraproducente, es claro que hay gente en el gobierno, que a pesar de las asesorías de Curcio, Mario Silva y Serrano Mancilla, ha entendido los efectos de una política monetaria irresponsable.
-          El control de precios sólo empeora las cosas: Desde lo que presumimos como una política no anunciada de abandono de la pretensión de controlar, fijar o “acordar” precios, se observa una disminución de la escasez y el surgimiento de nuevas fuentes de oferta. Productos como pollo, carne, cauchos, baterías aceites para carro etc, hoy es posible encontrarlos en establecimientos comerciales y en el abundante mercado informal nacido en las redes sociales por obra y gracia de la SUNDDE. A pesar de que el contexto macroeconómico no es el mejor, en los últimos días se observa una relativa estabilidad de precios por efecto de las fuerzas del mercado -una oferta que reaparece y una demanda profundamente deprimida.
      
     A pesar de que estas tres lecciones son extremadamente básicas, el proceso que nos ha llevado a que los funcionarios lo hayan entendido ha sido muy doloroso y el saldo es simplemente aterrador: una economía devastada y una población depauperada. Estas lecciones llegan tarde al Madurismo -y en realidad, nadie puede asegurar que de verdad las aprendió-, cuya salida del poder parece inminente, dejando al país en manos de una facción cuyos intereses están más alineados a los de Washington que a los de Caracas, pero eso ese es otro tema.

@jhernandezucv