martes, 17 de junio de 2014

EL PEOR PROBLEMA PARA NICOLAS ES EL CHAVISMO



El país visto desde los medios de comunicación masivos y las redes sociales es un hervidero por los cuatro costados. El mentado legado de Chavez -desde mi punto de vista una herencia desastrosa en muchos aspectos- le está costando a Maduro un acelerado deterioro físico, evidenciado en sus marcadas ojeras, y a la sociedad venezolana, un deterioro moral inocultable y por lo pronto indetenible.
Y el problema no es la oposición, que es probablemente lo único peor que el gobierno, que se ha vuelto loca desesperada por resultados rápidos, que subestimó la capacidad de Nicolás Maduro de sortear la situación y que hoy definitivamente no es una opción en tanto siga la ruta de #lasalida. El problema tampoco es el imperio norteamericano, cuyas empresas siguen haciendo jugosos negocios en nuestro país, sin negar que los sectores más conservadores de ese país siguen viendo a Venezuela como un elemento perturbador para sus intereses en la región.
El verdadero problema para Nicolás es el Chavismo. Al parecer dentro de este movimiento político hay un gran descontento con Nicolás. Los ajustes de precios, las reuniones con empresarios, las devaluaciones e incluso el hasta ahora pospuesto ajuste del precio de la gasolina, son objeto de críticas por ser traiciones al “legado” de Chávez. La realidad sin embargo, es terca y a Chávez le habría tocado exactamente la misma situación, porque era perfectamente previsible dadas las medidas que su gobierno tomó en los últimos años. De hecho la situación sería para él mucho más fácil de lo que es para Maduro tomando en cuenta que este no dispone del carisma del difunto presidente.
La inflación acumulada, un sector productivo nacional arrasado, proyectos faraónicos que se han consumido millones de dólares sin culminarse, una corrupción rampante, una inseguridad personal generalizada e intensa, endeudamiento, producción declinante de PDVSA entre otras perlas son parte de la herencia que Maduro recibió. Si a eso le sumamos la natural inestabilidad política propiciada por quienes pensaban que su momento había llegado, tenemos una mezcla fatal. Las medidas que Maduro ha tomado quizá no responden a cierta ortodoxia Chavista –paradójicamente opuesta a la ortodoxia económica- pero sus resultados están por verse y si no son mejores no es porque no vayan en la dirección correcta sino porque les falta fuerza, son insuficientes ó muy lentas para sacarnos del atolladero en el que estamos, como parte de la herencia.
Moralizar el debate: En el debate a lo interno del Chavismo hay menos ideas de lo que uno pensaría. De los pocos debates que he presenciado y muchos de los que he leído pareciera que el argumento moral es el que priva, pero solo en lo discursivo: yo soy chavista hasta la muerte, mi comandante eterno, mas chavista soy yo etc. Pocos hechos, mucha rimbombancia en el discurso. Y es que no puede ser de otra forma en un país donde se acostumbra que en todas las invasiones, lo primero que se hace es poner una bandera de Venezuela y un afiche de Chávez. Eso, y un consejo comunal es suficiente para que la situación sea tolerada o convenientemente ignorada por las autoridades responsables. Así se viene gestando una nueva ola de cinturones de miseria alrededor de nuestras ciudades, motivadas esta vez no por la pobreza que los obliga sino por la posibilidad/conveniencia/facilidad de hacerlo.
En el funcionamiento de las empresas del estado es común observar esa carrera por demostrar quién es más chavista. Por un lado, tenemos a trabajadores pidiendo, reclamando, exigiendo reivindicaciones sin vinculación con el nivel de producción, todo en nombre del socialismo, del comandante supremo. Por otra parte, a los dirigentes evangelizando o pretendiendo evangelizar sobre un desapego a los bienes terrenales, pidiendo el sacrificio de los trabajadores en un contexto de 70% de inflación en alimentos, minimizando la importancia del salario porque no todo es dinero, primero está la patria, somos hijos de Chávez, y otro rosario de bobadas parecidas. Obvio que este desapego por lo material se facilita cuando se dispone de vehículos (plural) de doble tracción, piscinas, restaurantes, celulares costosos, joyas y hasta un agua mineral diferente de la que toma el resto de los mortales. ¿Puede el lector ver la hipocresía?
Argumentos sólidos? Pocos. ¿Inflación, producción, eficiencia, rentabilidad, competitividad, incentivos, productividad? Nada. Chávez y sólo Chávez. Así se ha manejado el país en los últimos años, y desde la muerte de Chávez, se ha desatado la competencia por hacerse el verdadero heredero del legado. Ni con Mahoma.
Urge moralizar el discurso y vincularlo a los hechos, hacer coherente lo que se dice y lo que se practica. Si los trabajadores quieren mejores salarios y condiciones laborales, debe haber un nivel de producción suficiente que sustente económicamente esas mejoras. Los líderes laborales no pueden ser reposeros, faltar al trabajo y/o llegar tarde, ser poco productivos etc. Por otra parte, los gerentes no pueden ir por la vida hablando del Che desde carros de lujo, predicando un estilo de vida frugal que obviamente no practican, al estilo de los últimos años de la Union Soviética. Si les gusta la buena vida, como a todos, es su derecho. Lo que debe entenderse es que es el derecho de todos, que asuman su modo de vida y dejen de andar predicando lo que no son. Es lo menos que se les puede pedir y eso vale para todo el funcionariado del estado.


@jhernandezucv

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