EL PEOR PROBLEMA PARA NICOLAS ES EL
CHAVISMO
El país visto
desde los medios de comunicación masivos y las redes sociales es un hervidero
por los cuatro costados. El mentado legado de Chavez -desde mi punto de vista
una herencia desastrosa en muchos aspectos- le está costando a Maduro un
acelerado deterioro físico, evidenciado en sus marcadas ojeras, y a la sociedad
venezolana, un deterioro moral inocultable y por lo pronto indetenible.
Y el problema
no es la oposición, que es probablemente lo único peor que el gobierno, que se
ha vuelto loca desesperada por resultados rápidos, que subestimó la capacidad
de Nicolás Maduro de sortear la situación y que hoy definitivamente no es una
opción en tanto siga la ruta de #lasalida. El problema tampoco es el imperio
norteamericano, cuyas empresas siguen haciendo jugosos negocios en nuestro
país, sin negar que los sectores más conservadores de ese país siguen viendo a
Venezuela como un elemento perturbador para sus intereses en la región.
El verdadero
problema para Nicolás es el Chavismo. Al parecer dentro de este movimiento
político hay un gran descontento con Nicolás. Los ajustes de precios, las
reuniones con empresarios, las devaluaciones e incluso el hasta ahora pospuesto
ajuste del precio de la gasolina, son objeto de críticas por ser traiciones al
“legado” de Chávez. La realidad sin embargo, es terca y a Chávez le habría
tocado exactamente la misma situación, porque era perfectamente previsible
dadas las medidas que su gobierno tomó en los últimos años. De hecho la
situación sería para él mucho más fácil de lo que es para Maduro tomando en
cuenta que este no dispone del carisma del difunto presidente.
La inflación
acumulada, un sector productivo nacional arrasado, proyectos faraónicos que se
han consumido millones de dólares sin culminarse, una corrupción rampante, una
inseguridad personal generalizada e intensa, endeudamiento, producción
declinante de PDVSA entre otras perlas son parte de la herencia que Maduro
recibió. Si a eso le sumamos la natural inestabilidad política propiciada por
quienes pensaban que su momento había llegado, tenemos una mezcla fatal. Las
medidas que Maduro ha tomado quizá no responden a cierta ortodoxia Chavista
–paradójicamente opuesta a la ortodoxia económica- pero sus resultados están
por verse y si no son mejores no es porque no vayan en la dirección correcta
sino porque les falta fuerza, son insuficientes ó muy lentas para sacarnos del
atolladero en el que estamos, como parte de la herencia.
Moralizar el debate: En el debate a lo
interno del Chavismo hay menos ideas de lo que uno pensaría. De los pocos
debates que he presenciado y muchos de los que he leído pareciera que el
argumento moral es el que priva, pero solo en lo discursivo: yo soy chavista
hasta la muerte, mi comandante eterno, mas chavista soy yo etc. Pocos hechos,
mucha rimbombancia en el discurso. Y es que no puede ser de otra forma en un
país donde se acostumbra que en todas las invasiones, lo primero que se hace es
poner una bandera de Venezuela y un afiche de Chávez. Eso, y un consejo comunal
es suficiente para que la situación sea tolerada o convenientemente ignorada
por las autoridades responsables. Así se viene gestando una nueva ola de
cinturones de miseria alrededor de nuestras ciudades, motivadas esta vez no por
la pobreza que los obliga sino por la posibilidad/conveniencia/facilidad de
hacerlo.
En el funcionamiento
de las empresas del estado es común observar esa carrera por demostrar quién es
más chavista. Por un lado, tenemos a trabajadores pidiendo, reclamando,
exigiendo reivindicaciones sin vinculación con el nivel de producción, todo en
nombre del socialismo, del comandante supremo. Por otra parte, a los dirigentes
evangelizando o pretendiendo evangelizar sobre un desapego a los bienes
terrenales, pidiendo el sacrificio de los trabajadores en un contexto de 70% de
inflación en alimentos, minimizando la importancia del salario porque no todo
es dinero, primero está la patria, somos hijos de Chávez, y otro rosario de
bobadas parecidas. Obvio que este desapego por lo material se facilita cuando
se dispone de vehículos (plural) de doble tracción, piscinas, restaurantes,
celulares costosos, joyas y hasta un agua mineral diferente de la que toma el
resto de los mortales. ¿Puede el lector ver la hipocresía?
Argumentos
sólidos? Pocos. ¿Inflación, producción, eficiencia, rentabilidad,
competitividad, incentivos, productividad? Nada. Chávez y sólo Chávez. Así se
ha manejado el país en los últimos años, y desde la muerte de Chávez, se ha
desatado la competencia por hacerse el verdadero heredero del legado. Ni con Mahoma.
Urge moralizar
el discurso y vincularlo a los hechos, hacer coherente lo que se dice y lo que
se practica. Si los trabajadores quieren mejores salarios y condiciones
laborales, debe haber un nivel de producción suficiente que sustente
económicamente esas mejoras. Los líderes laborales no pueden ser reposeros,
faltar al trabajo y/o llegar tarde, ser poco productivos etc. Por otra parte,
los gerentes no pueden ir por la vida hablando del Che desde carros de lujo,
predicando un estilo de vida frugal que obviamente no practican, al estilo de
los últimos años de la Union Soviética. Si les gusta la buena vida, como a
todos, es su derecho. Lo que debe entenderse es que es el derecho de todos, que
asuman su modo de vida y dejen de andar predicando lo que no son. Es lo menos
que se les puede pedir y eso vale para todo el funcionariado del estado.
@jhernandezucv
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