jueves, 17 de marzo de 2016

Llamado a emprendedores. El mercado no admite vacíos





El mercado no admite vacíos. Curiosamente en la actual crisis económica, muchos empresarios, gremialistas y voceros (oficiales y agazapados) del sector empresarial que son en teoría defensores del libre mercado, han optado por desconocer las fuerzas del mercado, sustrayéndose de la innovación, emprendimiento y toma de riesgos que implica por naturaleza la función empresarial.
Trataré de explicarme mejor: con la finalidad de minimizar las pérdidas a corto plazo y con la esperanza subyacente de regresar a la época no tan lejana en la que los dólares fluían sin tantas restricciones, muchas empresas que operan en el país están optando por la minimización de sus operaciones, retirando del mercado buena parte de su oferta comercial de otras épocas, debido a la falta de divisas que caracteriza desde hace algún tiempo a la economía venezolana.

Esto es evidente para cualquiera que visite un supermercado en el país (excepto el Alcalde Petro de Bogotá, que al parecer consigue de todo) Si hace unos años, elegir un champú era una tarea que demandaba la compleja experticia de las amas de casa y un exhaustivo conocimiento de las especificidades capilares del consumidor (cabello graso, seco, teñido, liso, rizado, con caspa, sin caspa, que brille, que no brille etc) hoy en día, se compra lo que haya, y se agradece si se consigue.

Es decir, toda la inversión en mercadeo realizada por las empresas para posicionarse en las preferencias del consumidor y para convencerlo de la insoslayable necesidad de seleccionar determinadas marcas y atributos diferenciados de productos, se ha ido por el inodoro. Adicionalmente, los hábitos de consumo han sido severamente trastornados y paulatinamente, la gente forzosamente olvida la necesidad de productos diferenciados con atributos de conveniencia, modernidad y practicidad –como el caso de los pañales desechables y otros productos de higiene personal y del hogar- y lo sustituye por el consumo básico basado en disponibilidad (del producto y presupuestaria)

En el caso de los alimentos es dramático el cambio. Miles de familias han reducido / eliminado la tradicional arepa hecha de harina de maíz industrializada y la han sustituido por mezclas con verduras, arroz, maíz pilado (el regreso del molino a los hogares) entre otras muchas técnicas impulsadas por la crisis para estirar el presupuesto y sobrevivir. En el caso de los alimentos no básicos como cereales, bebidas saborizadas, refrescos, golosinas entre otros, las empresas han optado por sacrificar el negocio de largo plazo, permitiendo que las nuevas generaciones de consumidores (niños fundamentalmente) desconozcan los supuestos atributos diferenciadores que tanta propaganda quiso posicionar en sus mentes a lo largo de tantos años.

Este proceso no es necesariamente negativo para la sociedad, no sólo por la búsqueda de nuevos hábitos de consumo, algunos con grandes beneficios para la salud y para el presupuesto familiar, sino porque se constituye en una gran oportunidad para la incursión de nuevos actores en el proceso de producción de bienes y servicios –generalmente en pequeña escala- para la satisfacción de las necesidades de la sociedad.

Nótese el énfasis intencional en la palabra necesidades. Aunque existen situaciones muy difíciles para producir en el país, y aun cuando el poder de compra del salario se ha reducido dramáticamente, las necesidades de consumo de la sociedad siguen allí presentes como siempre y quien pueda comprenderlas y responder adecuadamente ante esas necesidades en el contexto actual, puede capitalizar – y ya está capitalizando- beneficios económicos. Así funcionan las fuerzas del mercado. 

Es por ello que se observa como pequeños productores agrícolas y pecuarios informales en las afueras de las principales ciudades (ferias de hortalizas itinerantes, pequeños mataderos de reses, cochinos y caprinos) no restringidos por las limitaciones de las regulaciones en materia de precios aprovechan para colocar su producción directamente a los consumidores y no a través de los canales tradicionales (mayoristas del mercado de Coche por ejemplo) que controlan la distribución y depredan sus márgenes de ganancia. También es posible ver productos para higiene personal y cuidado de hogar con precios superiores al producto habitual de las multinacionales, fabricados por pequeños productores y de calidad bastante aceptable. La migración de las compras desde las grandes superficies (supermercados e hipermercados) hacia los establecimientos cercanos, es otro cambio en el comportamiento del consumidor, asociado a la escasez y la carestía.

En fin, zapateros, costureras, servicios de reparación variados y pequeños productores, expulsados del mercado por la poca competitividad relativa de su producción (en el contexto del dólar barato y abundante de años recientes) hoy capitalizan las oportunidades que dejan las empresas excesivamente conservadoras. El llamado es a los emprendedores y a los empresarios con visión de largo plazo para que reevalúen sus estrategias. El mercado sigue allí, sólo que no es el mismo mercado que hubo en años recientes. Hay nuevas condiciones y nuevos desafíos y estos se prolongarán en el tiempo. Quien lo entienda, y actúe en consecuencia, cosechará beneficios en el corto y mediano plazo.

@jhernandezucv




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