Este artículo fue publicado en el portal aporrea.org el 26/06/2013
EL CANCER DE LA CORRUPCION EN ETAPA DE METASTASIS
Si no se hace nada por la
corrupción, se acusa al gobierno de ser cómplice.
Si se captura a algún
funcionario, se dice que es un robagallinas, que hay que buscar a los pesados.
Si se acusa a algún pesado, salen
a defenderlo automáticamente. Si el pesado es Chavista, lo reciben con los
brazos (y las piernas) abiertos/as. Recordemos los casos de Didalco y Ramón Martínez.
Lo más triste es que si estos quieren regresar, el chavismo los recibe del
mismo modo, echándole tierrita a las antiguas acusaciones.
Si acuso y no me paran bolas, me
voy del partido. En el caso de William Ojeda, readoptado por el Chavismo, el
caso es absurdo ya que le nombraron a su enemigo, JVR Avalos como viceministro,
na pelusa.
El ser corrupto o no, depende del
monto robado, véase el caso de Richard Mardo y la defensa automática que de él
se hace.
El caso de Consuelo Cerrada es
característico de cómo se mueven las cosas en el gobierno: funcionarios que llegan
a las instituciones, asumamos que con ciertas credenciales y ciertas
competencias. Ascienden y reciben responsabilidades con discursito radical,
mientras más altisonante mejor, mientras más “revolucionario”, más “desplegado”,
más “rodilla en tierra”, más “comandante eterno” y más de otros cientos de
lugares comunes de estos tiempos, mayor es la probabilidad de salir en cámara.
Cuando los llaman a capítulo, bien sea por corrupción en los contados casos en
que ocurre o simplemente por ineptitud o cambio de fichas, se les sale el
adeco, esa condición de yo no fui, no es mi culpa, no lo sabía, los banqueros
me engañaron.
El drama de la
corrupción en Venezuela no es que los ministros, directores, alcaldes y otros
se enriquezcan con el patrimonio público. Al fin y al cabo, ellos son pocos y
el caso de Vinicio Carrera o José Ángel Ciliberto permanecen aun en la memoria
colectiva. El caso es que, durante la revolución muchas cosas se
democratizaron, la educación, la salud y por supuesto, la corrupción. Mientras más
se ha esmerado el estado por regular y controlar asuntos, en la misma medida,
la bien documentada viveza criolla ha encontrado las mil y una formas de montar
alcabalas, trabas y toda suerte de artificios para hacerle la vida difícil al
ciudadano, pero ofreciendo soluciones - ellos mismos claro está - para solventar
los enredos que ellos mismos causan a cambio de contribuciones solidarias.
Antes eran
Vinicio Carrera, Andrés Caldera o Blanca Ibáñez, hoy desde el portero de
cualquier edificio, secretarias, funcionarios rasos, vigilantes, fiscales,
policías y de allí hacia arriba practican a la vista de todos, la actividad
económica de mayor crecimiento en los últimos años: la matraca. ¿Quién es el venezolano
que no ha sido afectado por esta conducta? ¿Quién no tiene un familiar que ha
tenido que “lanzarle algo” a alguien para que aparezca una carpeta?
Recuerdo que
hace unos años, los muchachos encargados de repartir los bombillos ahorradores,
pasaban por las casas, entregaban unos y vendían otros tantos, eso sí, mucho más
baratos que la ferretería. Lo peor de todo?, la gente se los compraba. Hasta
los soldados de la reserva vendían los bombillos, imagínense un soldado enemigo
frente a ellos: le venden el fusil por cuatro reales y como ñapa delata la
posición de sus compañeros. Hubo que mandar a los muchachos cubanos a entregar
los bombillos para que se cumplieran los objetivos
Que la
corrupción también existe en el sector privado? Ese argumento es tan cierto
como inútil. Por supuesto que existe, de hecho el sector privado se alimenta de
los contratos del estado, y los funcionarios de este, se alimentan de las
coimas, sobornos y regalos de todo tipo por parte de los empresarios. El
problema es que la corrupción en el sector privado, siempre que no involucre al
estado, tiene un impacto más acotado: accionistas, empleados, gerentes,
proveedores y clientes. Seguramente a alguien le duele y terminan reventando el
caso y como mínimo, despedidos quedan quienes son encontrados en tales
actividades. También es necesario decir que el sector privado está sujeto a
supervisión y control estatal, independientemente del sector y tamaño de la
empresa: no es posible la existencia de grandes empresas que contaminen sin la
complicidad del ministerio del ambiente y la alcaldía, no es posible que
existan líneas aéreas que incumplan con el servicio sin la cabronería del INAC,
canales de televisión cloacas como RCTV sin la anuencia de CONATEL, empresas
cableras que rompen las calles y las dejan dañadas sin la “indiferencia” de las
alcaldías, casas de bolsa traficando dólares sin la incapacidad cómplice de la
antigua CNV; la lista es infinita
Los
Venezolanos estamos acostumbrados a la corrupción, asumámoslo sin vergüenza.
Claro está si nos la ponen difícil entramos por el carril, así que es eso
exactamente lo que tiene que hacerse, meter por el carril, una institución a la
vez como se hizo con el SAIME y comenzó a hacerse con el INTTT. Eliminar la
discrecionalidad de los funcionarios, publicar en las páginas web los
requisitos, horarios y lapsos para la obtención de las respuestas a los
incontables tramites que todos tenemos que hacer, establecer el mecanismo de
citas, administrar las colas hasta eliminarlas. Comencemos desde abajo,
minimizando la necesidad del ciudadano de dejarse matraquear. Los contratos del
estado, la buena pro otorgada a las contratistas, las memorias descriptivas,
los montos pagados y las evaluaciones hechas, todo eso puedo subirse a internet
y facilitar la contraloría social sobre los dineros del estado. Los recursos y la
tecnología existen, falta la voluntad de muchos y la autoridad de algunos para
imponer esto como regla de gestión.
Econ. Javier Hernandez
@jhernandezucv
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