martes, 17 de enero de 2017

Casas de Cambio en la frontera, Fracaso anunciado








La más reciente iniciativa del gobierno nacional en materia cambiaria consiste en la instalación de un conjunto de casas de cambio -abanderadas todas al parecer con la marca Italcambio- para, en términos prácticos,  intentar abrir un boquete al control de cambio que rige en el país desde 2003, y que, en el contexto de la caída del ingreso petrolero ha acentuado la escasez de divisas, lo cual explica en gran medida la terrible situación de escasez de alimentos, medicinas, insumos para la industria y casi cualquier producto imaginable, y la consecuente hiperaceleración de los precios internos que cada día destruye el salario de los trabajadores, depauperando como nunca antes a la sociedad venezolana.

Hasta donde se sabe, se trata inicialmente de 8 casas de cambio que funcionarían en los estados Táchira y Zulia y que podrán actuar como operadores cambiarios para la venta de pesos colombianos a los ciudadanos venezolanos y extranjeros que cumplan con los requisitos establecidos.

De acuerdo con informaciones de prensa, los ciudadanos que consignen la documentación solicitada podrán acceder a la compra del equivalente hasta 300USD diarios (por transferencia) y hasta 200USD diarios si se trata de dinero en efectivo. El tipo de cambio -fijo- establecido por el gobierno nacional, es de 4 pesos por bolívar, lo que arroja un tipo de cambio implícito -variable- de Bs. 735 por dólar americano aproximadamente.

¿Cuál es la novedad?

Ninguna hasta ahora. Algún analista desprevenido o algún colega altamente comprometido políticamente con el gobierno del presidente Maduro podría interpretar que esta medida representa algún mecanismo adicional, una respuesta novedosa al enorme problema cambiario que enfrenta la economía nacional desde hace varios años. No podrían estar más equivocados

En realidad, nada ha cambiado (para bien). Este nuevo mecanismo es casi una copia al calco del difunto SIMADI. Incluso los requisitos, los límites y las exclusiones se parecen igualitos. Los resultados, por tanto, no pueden ser diferentes

Un tipo de cambio fijo, establecido “por respeto a Colombia” y no en atención a la relación entre oferta y demanda, las mismas limitaciones en la oferta, dada la poca disposición de los agentes privados a vender a una tasa que es apenas una fracción del tipo de cambio que pueden lograr a unos kilómetros de allí cruzando la frontera, y una demanda que tiende a infinito producto justamente de un tipo de cambio -un tercer tipo de cambio oficial por cierto- sobrevaluado, son la combinación perfecta para un colapso temprano de un sistema que presenta las mismas carencias que sus predecesores SITME, SICAD, SICAD II, SIMADI y DICOM.

En esta ocasión el mecanismo es mucho peor por cuanto -extraoficialmente- se habla de que la oferta será alimentada con los pesos provenientes de la venta de gasolina en la frontera. Es decir, que el BCV perdería, aún más, la capacidad de influir sobre el mercado cambiario. Una tragedia

El hecho es que si nos ponemos capciosos ¿Por qué habría el gobierno de implantar una medida cuyos objetivos podría cumplir con los mecanismos ya vigentes y que han fracasado durante años? La respuesta -como es costumbre- se encuentra en la política, y no en la economía.

Como yo lo veo, se trata de una cuota de poder y dinero que el presidente ha debido entregar a los gobernadores fronterizos (militares retirados todos), en medio de la feroz pugna interna que vive el gobierno. Esta medida parece integrarse con las importaciones de alimentos a tipos de cambio “no subsidiados” como se le llamó al parecer difunto Plan de Abastecimiento Complementario. Como se recordará, este mecanismo comenzó por debajo de cuerda en los estados fronterizos, con la anuencia de los gobernadores Arias Cárdenas y Vielma Mora, como un intento aislado de fomentar el ingreso de alimentos al país, de la mano de empresarios privados políticamente afines.

Con este nuevo intento, estos empresarios, podrían estar recibiendo de forma direccionada, pesos baratos con los cuales podrían echar a andar nuevamente las importaciones de alimentos y contribuir a paliar la escasez en el país, materializando jugosos márgenes de comercialización y volteándose nuevamente a pesos a una tasa preferencial, de acceso casi exclusivo para quienes disponen de los contactos correctos.

Seguir haciendo lo mismo esperando resultados diferentes es una definición de insania mental. Al parecer nuestra política económica se está generando en Bárbula.

Un mecanismo intermitente, con una tasa sumamente baja y fija, con oferta estructuralmente restringida y filas de personas registrando sus citas para satisfacer su demanda -o de terceros que le paguen por ello- es un fracaso seguro.

@jhernandezucv
discusionpoliticavzla.blogspot.com







lunes, 2 de enero de 2017

¿Qué esperar en materia económica durante 2017?


Respuesta corta: nada bueno

Como respuesta larga la respuesta es siempre la misma: depende.





Depende de lo que el gobierno del presidente Maduro decida hacer con las principales políticas económicas de su gobierno heredadas en su mayoría –siempre es bueno recordarlo- del gobierno del presidente Chávez.

El proceso de toma de decisiones del gobierno de Nicolás Maduro es poco menos que un misterio para la mayoría de los analistas. Lo que si queda claro es que “el gobierno” no es una sola cosa, un ente único, monolítico, orientado fundamentalmente por el liderazgo del presidente, como si lo fue durante el gobierno de Chávez. En el gobierno y el partido conviven diferentes facciones con cuotas de poder político, económico y militar muchas veces contrapuestas entre sí que limitan la autonomía del presidente para tomar decisiones. En 2017, cuando ya el Chavismo ha “asegurado” su permanencia en el poder ejecutivo y la coalición que sostuvo en el poder a Maduro comience a proyectar los escenarios para su sucesión –anticipada o su no- se hace más difícil aún pronosticar lo que podría pasar en términos de toma de decisiones en materia económica.

Pero hay algo que es casi indiscutible: si el presidente insiste en el modelo aplicado hasta ahora caracterizado por una creciente militarización de la vida económica, el desconocimiento de los mecanismos de mercado, el ataque al sector privado, la opacidad en la gestión del estado y el financiamiento monetario del déficit en el contexto de una política fiscal irresponsable e improvisada, el fracaso está asegurado y el 2016 con todo lo malo que fue, podrá ser un buen año cuando hagamos la comparación a final de 2017.

Y ese es el supuesto subyacente en mí escenario base para 2017: ante una oposición estructuralmente incapaz de presionar al gobierno, una militancia opositora desmovilizada y una gran dependencia del estado de una gran parte de la población, existen los incentivos para la continuidad del desastre en el manejo de la política económica.

En este escenario, no es de extrañar una nueva caída del PIB, que podría ubicarse entre 3% y 5%. A diferencia de reputados colegas como Francisco Rodriguez (Torino Capital) y Asdrubal Oliveros (Ecoanalítica) que avizoran desde pequeños crecimientos hasta crecimiento nulo en el 2017, mi escenario base introduce la muy probable ocurrencia de una nueva crisis eléctrica que despedazaría cualquier posibilidad de recuperación en la producción. En ese escenario, no hay milagro petrolero posible debido a que las inversiones necesarias para corregir los problemas estructurales del sector eléctrico son prácticamente inexistentes y de larga maduración.

En cuanto al sector externo, una probable recuperación del precio internacional del crudo que ubique el promedio de realización entre 45 y 50$ por barril, dejaría al país con un ingreso en caja por el orden de los 25 millardos de dólares que, en el escenario de pagos de deuda e importaciones básicas petroleras y no petroleras similares a las de 2016, ubicaría el déficit externo alrededor de los 12-15 millardos de dólares, en un contexto en el que las reservas internacionales del país escasamente superan los 11 millardos de dólares y en el que opciones de uso de activos externos como DEG y CITGO ya han sido utilizadas. Nueva deuda con China, operaciones con el Oro monetario o la liquidación de participación en asociaciones petroleras lucen como las únicas posibilidades de cubrir el déficit externo.

Esto no es más que el preludio de un año –y especialmente un primer trimestre- marcado por una notable escasez de bienes y materias primas de origen foráneo, lo que presiona al alza los precios al consumidor,  la destrucción del salario, y las posibilidades de arbitraje de las mafias militares y civiles enquistadas en la estructura del estado y que resultan ser las grandes beneficiarias de una política económica que no busca solucionar la crisis sino administrarla, como mecanismo de control social en busca de provecho político-electoral.

Año electoral

Durante 2017 está planteada –en teoría- la realización de importantes eventos electorales como son la elección de alcaldes y gobernadores. Esto genera en la estructura del estado un conjunto de incentivos para el gasto fiscal irresponsable y manirroto como ha ocurrido en años anteriores. En tal sentido, no es de extrañar que apenas comenzando el año el gobierno decrete nuevos aumentos salariales que, al ser financiados mediante el perverso mecanismo BCV-PDVSA, genere una inflación cuyo escenario base hemos estimado entre 350% y 400%. En materia cambiaria, el cielo es el límite.

Oportunidades

En toda crisis se generan oportunidades y 2017 no es la excepción. El incipiente despertar de algunas operaciones de manufactura local para sustituir la mermada oferta de bienes importados continuará cosechando beneficios. Pequeños productores agrícolas, pecuarios y manufactureros que se encuentran fuera del radar de la SUNDDE y de la estructura del estado para la imposición de absurdos controles y regulaciones, seguirán aprovechando la transformación estructural de un mercado con demanda no satisfecha. Marcas y calidad son consideraciones del pasado, se compra lo que haya.

El sector turismo y la construcción residencial (excluyendo las edificaciones de lujo) son de los más afectados, mientras que para Telecomunicaciones el escenario luce difícil en materia de ajuste de tarifas. Servicios como la TV paga podrían experimentar considerables ajustes de precios y una reconfiguración de la demanda.

La campaña electoral genera oportunidades para importadores y productores privados de material publicitario. En general, las importaciones de bienes no esenciales para nichos específicos lucen como una oportunidad, siempre y cuando el precio de venta garantice la reposición de mercancía.

Consumidores y empresas enfrentan un año que luce muy difícil en materia económica, sin que se haya incluido en este resumen, consideraciones sobre la estabilidad social y el entorno político-institucional. Las estrategias a seguir por las empresas dependen de sus sectores específicos y en tal sentido sólo caben hacer algunas recomendaciones generales: foco en los costos, manejo de inventario y activos en general, atención a las oportunidades de inversión más allá de la especulación cambiaria y mantenerse en contacto con sus asesores, proveedores y clientes. Feliz 2017.

@jhernandezucv