lunes, 14 de agosto de 2017

¿Es el gobierno de Maduro una dictadura?








Aunque para muchos venezolanos es claro que si lo es, la verdad es que explicárselo a gente de otras latitudes resulta un ejercicio un poco más complejo. Nada que pueda explicarse por tuiter o a través de un post de Facebook.

¿Por qué dices que es una dictadura si acaban de ocurrir unas elecciones?

Ante una sencilla como esa, la explicación puede resultar larga y poco convincente, especialmente para aquellos quienes, mirando los toros de la barrera, han comprado aunque sea parcialmente la efectiva narrativa nacionalista y de justicia social que mantiene el madurismo a nivel internacional.

El hecho es que la dictadura Venezolana no es una dictadura tradicional como las que vivimos en America Latina durante el siglo XX. Entender que, como todo en la sociedad, las dictaduras también han evolucionado con los años, es clave para una caracterización apropiada del régimen vigente en Venezuela. En tal sentido, una revisión de literatura política disponible permite identificar algunos rasgos que hacen concluir que, si Nicolás Maduro no es un Dictador, se parece mucho.

Carl Schmit, apologista del Nazismo, describe la figura del “Dictador Comisarial” (commissarial dictator) quien ejercería una dictadura constitucional de forma temporal en un contexto de crisis, con el compromiso de retornar al orden previo, una vez superada la amenaza. El parecido con el gobierno de Maduro es innegable, ya que el presidente Maduro, al igual que el presidente Chavez en su momento, ha demostrado tener severos problemas para gobernar en un esquema tradicional de equilibrio de poderes y en tal sentido, además de una ley habilitante, el presidente tiene más de un año gobernando a través de “decretos de emergencia económica” con un lamentable resultado en términos de bienestar para una población sometida a las condiciones más miserables de existencia desde la Guerra Federal.

La celebración de elecciones, una característica fundamental del gobierno del presidente Chávez, se encuentra ahora sumamente limitada y el control que el partido de gobierno ejerce sobre el Consejo Nacional Electoral pasó de ser un mecanismo sutil, a una evidencia contundente e inobjetable cuando se consideran los innumerables obstáculos impuestos a la iniciativa de referendo revocatorio y la arbitraria suspensión y retraso de las elecciones regionales y municipales, en oposición a la inusual diligencia con la que se tramitó el proceso constituyente, un esquema fraudulento concebido para beneficiar las aspiraciones totalitarias de Maduro. Si bien, la vulnerabilidad del sistema electoral poco o nada tiene que ver con su configuración tecnológica, es el viciado marco institucional quien le otorga un ventajismo desvergonzado al madurismo, por lo que los eventos electorales, expresiones de democracia por definición, hoy son vistos con recelo y suspicacia por importantes segmentos de la población.

¿No es contradictorio decir que es una dictadura cuando puedes publicar libremente esa afirmación?

La pregunta es en si misma una demostración de que la categoría “Dictadura” continúa siendo evaluada en el marco referencial de las dictaduras del siglo XX y no de los nuevos autoritarismos característicos del siglo XXI. El debate sobre la libertad de expresión tiende a relativizarse especialmente en presencia del consenso global respecto al rol de los grandes monopolios de comunicaciones, pero es necesario decir sin duda que no es verdad que en Venezuela haya absoluta libertad de expresión. Opinar y decidir políticamente de forma libre supone consecuencias para quienes osen hacer uso de su derecho constitucional. Al chantaje y los castigos recibidos por empleados del estado y beneficiarios de programas sociales para brindar apoyo incondicional a la dictadura Madurista so pena de perder sus empleos y acceso a beneficios, se suma el hecho del manejo discrecional y arbitrario en el otorgamiento de concesiones y licencias a los medios de comunicación privados quienes, con el propósito de preservar sus negocios mercantiles, se autocensuran y limitan los espacios a la difusión de noticias que puedan incomodar al funcionariado que se ha apoderado de las estructuras del estado.

Esta estrategia de control sobre la libertad de información ha sido identificada en la literatura política como parte de la caracterización de las neodictaduras modernas. Griev y Trisman (2015) señalan una característica que le cabe como anillo al dedo al gobierno de Maduro: como parte de restricciones no tradicionales a la libertad de información, los gobiernos optan por “pagarles a inversionistas amigos para comprar y domesticar a medios críticos”. En Venezuela, varios de los principales medios de comunicación han sido negociados en opacas transacciones que han conducido a un cambio de manos y dramáticos giros en su línea editorial, como es el caso de Globovisión, Cadena Capriles y El Universal. Si hay operadores pro-gobierno detrás de tales adquisiciones, es algo muy difícil de comprobar, pero lo que si es muy evidente es la adopción de una línea editorial absolutamente complaciente con los intereses del chavismo.

Un reconocimiento que hay que hacerle al gobierno de Maduro es la eficiencia del aparato de propaganda, que ha logrado mantener a una parte de la población, minoritaria pero significativa, consumiendo sin procesar las diferentes narrativas que exculpan al gobierno y responsabilizan a casi cualquier otra entidad posible y por supuesto al sabotaje, de la desastrosa situación del país en todos los órdenes.

Un rasgo característico de la dictadura venezolana es la creencia de que es el ciudadano quien debe obediencia al gobierno y no al contrario. La creciente militarización de la sociedad va más allá de la masiva presencia de funcionarios militares en la dirección del estado en todos sus niveles y campos de acción, sino que se esparce como una forma de pensamiento en la que la lealtad y las simpatías políticas se han transmutado en obediencia ciega y el disentimiento, en traición, una categoría sumamente peligrosa, como evidencian los episodios históricos de purgas en el ocaso del estalinismo.

En resumen, el gobierno del presidente Maduro es cualquier cosa menos una democracia, al menos no una democracia en el sentido tradicional de respeto a las libertades individuales y derechos fundamentales como la libertad de expresión. Además de contar con el lamentable récord de destruir la economía de un país, es un hecho el uso de las instituciones y los mecanismos del estado para favorecer su opción política, en un esquema inescrupuloso de abuso de poder y de los recursos de todos los venezolanos. Las oportunidades para salir de este desastre de manera pacífica son limitadas, por lo que hay que aprovechar cada una de ellas, en tanto se materialicen las condiciones que en todos los órdenes de la vida social, presionan para la salida de quien sin duda, pasará a la historia como el peor presidente de la historia de Venezuela.

Referencias

Guriev, S., & Treisman, D. (2015). How Modern Dictators Survive: Cooptation, Censorship, Propaganda, and Repression. SSRN Electronic Journal. http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.2571905

Levinson, S., & Balkin, J. (2009). Constitutional Dictatorship: Its Dangers and Its Design. Presentation, American Political Science Association Convention.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Hoy me tocó a mi. Botado por ser opositor!

A los que creen que es un mito les cuento que es totalmente cierto: los empleados públicos son considerados como material electoral de libre disposición para el gobierno de turno y eso, es una verdad del tamaño del sol. Hoy 02 de agosto de 2017 yo, Javier Hernandez C.I 13.736.893 he sido despedido de la Fábrica de Insumos 27 de Febrero S.A, ente adscrito al Ministerio para Hábitat y Vivienda donde trabajé como Economista durante casi cinco años. ¿La razón? Me negué reiteradamente a participar en la pantalla del simulacro electoral del 16J y por supuesto, en la elección de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente.


Debo decir que no fue sorpresivo. Hace unos días fuimos convocados varios empleados de la empresa y se nos amenazó con despedirnos si no votábamos, tanto en la extensión del simulacro como en el fraudulento acto del día 30J. Yo agradecí la sinceridad del gorila que dirigió la amenaza, un coronel que ejerce funciones como vicepresidente de la empresa y claramente le expuse que yo con gusto asumiría las consecuencias de mi decisión, pero que él tendría que asumir la decisión de despedirme. Tengo el audio grabado, por si acaso en el futuro se recupera la institucionalidad y sirva de prueba sobre las razones para ejecutar los despidos.


Lo grave de la situación no es que me despidan, sino lo terriblemente irregular del procedimiento: no me dejaron entrar a la empresa, no me entregaron carta de despido, sino que fui informado verbalmente por un funcionario subalterno, que, para acceder al pago de mis prestaciones por antigüedad, debo consignar una carta de renuncia y por supuesto, comprometerme a no interponer ninguna acción en defensa de mis derechos laborales.


La situación es una evidencia más de que los trabajadores del sector público solo son útiles en tanto sean indiscutiblemente obedientes, que los derechos de los trabajadores, la libertad, la reivindicación de las personas con discapacidad y la institucionalidad del ministerio del trabajo son pura y simple y propaganda que, en este simple caso, han arrojado al cesto de la basura, precisamente el destino de todos estos reyezuelos que piensan que detentarán el poder eternamente.


Dentro de las instituciones del estado la mayoría de los trabajadores se oponen al gobierno, pero en esta crisis tan monstruosa quedarse sin empleo es una decisión de toda la familia. Con mi despido, en lugar de atemorizar a los trabajadores, los han hecho caer en cuenta de que son capaces de despedir a cualquiera. Son más de doscientos testigos de la falta de escrúpulos y ética de quienes dirigen el estado.



En mi caso, es un orgullo haber sido despedido por un gorila que es, simplemente la expresión más purulenta de las órdenes “superiores” de una camarilla corrupta, inepta y ambiciosa que controla de forma circunstancial -aunque ellos piensen lo contrario- el atrofiado aparato estatal. Cada día se presentan nuevas oportunidades para rechazar las aspiraciones totalitarias de una banda que no tiene nada que perder y que sabe que tienen tantas deudas que les será imposible disfrutar de su riqueza mal habida con tranquilidad, por lo que prefieren condenar a todo un país al atraso y la miseria antes que soltar el coroto. Contra ellos es la cosa y CASI  cualquier método utilizado, será absuelto por la historia.

@jhernandezucv