Quiero comprarme un apartamento,
pero no donde el gobierno decida. No quiero que me regalen una vivienda de la
GMVV, quiero poder elegir dónde y como vivir. No quiero registrarme en un
bendito censo para ver cuando salgo sorteado.
Quiero hacer mercado, no esperar
dos o tres horas para comprar las cantidades que otro decidió que yo debía
comprar. No quiero hacer mercado cada dos días. Quiero comprar una sola vez en
la quincena las cantidades que necesito, no quiero dedicarle tantas horas de mi
vida a visitar supermercados. Quiero ver opciones de marca y precio. No quiero
registrarme en ningún censo para que me lleven una bolsa de comida al trabajo.
No quiero que el gobierno me regale dos pollos al mes, ni siquiera que me
subsidie el 80% del costo.
Quiero comprarme
electrodomésticos de la marca que prefiera. No quiero que el gobierno me regale
o me subsidie un televisor. No quiero registrarme en otro censo o hacer una mega
cola para comprar una nevera por muy barata que resulte.
Quiero comprarme un carrito,
incluso puede ser un carrito chino, pero no quiero registrarme en otro censo y
esperar a salir sorteado. No espero que el gobierno me regale un carro, ni
siquiera que me lo subsidie.
Quiero cambiar mi teléfono
celular Movilnet. No quiero salir sorteado en una lista para comprar un
Orinoquia o Vergatario. No espero que el gobierno me venda un celular
subsidiado.
Quiero comprar una computadora,
pero no quiero registrarme en ningún censo para que CANTV me “asigne” una.
Quisiera ir a una heladería
Copelia, Café Venezuela, Chocolate Venezuela y no tener que hacer una mega cola
para comprar bebidas y helados subsidiados con dólar CADIVI a 6.30.
Quisiera hacer turismo y conocer
Venezuela. No espero quedarme en un hotel Venetur nacionalizado. No espero una
tarifa subsidiada en un hotel de 5 estrellas.
Podría inscribir a mis hijos en
una escuela Bolivariana. Estaría dispuesto a pagar una módica suma para
contribuir al funcionamiento del plantel. No espero que sea totalmente
gratuito, pero espero que funcione.
Podría ir a un hospital público y
cancelar una especie de deducible con tal obtener de atención médica. Un
pequeño cobro a quien pueda podría ayudar a que no se paralice la atención por
un tubo roto, un aire acondicionado dañado o un bombillo quemado y no sería el
fin del mundo.
Podría viajar por el país y
cancelar un monto por concepto de peajes, siempre que ese dinero se invierta en
el mantenimiento de la vía, alumbrado público, seguridad, grúas etc.
Podría pagar un poco más por
concepto de gasolina para mi carro, si eso ayuda a que se desarrollen programas
de infraestructura vial y transporte público masivo de calidad.
Soy egresado de la UCV y estaría
dispuesto a cancelar una suma mensual por la educación recibida, por el comedor
que en algún momento utilicé, por las bibliotecas que visité, por la tierra de
nadie donde me acosté. Igual en cualquier universidad pública hay gente que
podría pagar una cuota por pequeña que fuere.
Estaría dispuesto a pagar un poco
más por el servicio de metro de caracas si esto ayuda a que se regularice el
servicio de escaleras mecánicas y aires acondicionados, se brinde mayor
seguridad, se despejen las áreas adyacentes a las estaciones.
Nada de esto implicaría que me crea
adinerado, pudiente, pequeño burgués, acomplejado etc, aunque no faltaría quien
así lo piense. Lo que considero es que en Venezuela, al igual que en cualquier
sociedad, existen muchísimas personas, con la disposición –más que la capacidad
económica de hacerlo- de pagar por obtener mayor calidad, en los servicios y
los bienes que adquirimos, incluyendo a aquellos que adquirimos del estado. Eso
nos daría la potestad de exigir y esa es quizá la razón por la que no quieren. Es el bendito
principio de la gratuidad que al parecer es la mejor estrategia para ganar
votos.
Las políticas de subsidios
generalizados sobre bienes y servicios, con independencia de la persona que los
recibe, ha conducido que cada una de las iniciativas que los gobiernos
venezolanos han planteado en materia económica y social, hayan fracasado. Esta
realidad se ha acentuado en los últimos años cuando el estado ha pretendido
nuevamente actuar como proveedor de bienes tan estratégicos como televisores,
carros y hospedajes cinco estrellas, con una visión paternalista, entregando
subsidios de todo tipo directamente al consumidor, como en el caso de la
comida, ó a las ineficientes empresas estatales que los producen, como es el
caso de las computadoras, celulares y carros ¿cual sería el destino de estas
empresas sin disponer de divisas a 6,30, ó si estuvieran obligadas a reembolsar
las inversiones realizadas?
Raúl Castro en el contexto de las
reformas económicas que impulsa en su país, resumió la visión que debe privar
en la formulación de la política social en Venezuela: se subsidia a las
personas, no a los rubros. En Cuba, como se sabe, el gobierno “garantizaba”
incluso una dotación de cigarrillos mensuales a sus habitantes. Esto puede
funcionar en un tiempo limitado, pero no puede constituirse –como ahora se dan
cuenta- en una política permanente. Del mismo modo, si en Venezuela el estado,
utilizando el dinero del petróleo pretende subsidiar el consumo de bienes, está
muy bien pero considerando lo siguiente: sólo bienes esenciales (alimentación,
salud, educación) y permitir/obtener aportes de otros usuarios y consumidores
mediante tarifas diferenciadas. Ejemplos de esta política sería utilizar la red
de Abastos Bicentenarios para por ejemplo, distribuir únicamente las marcas
producidas por el estado a precios subsidiados, y establecer un precio
controlado y rentable un poco más alto para el resto del mercado. Si el
consumidor quiere harina PAN del grupo POLAR, entonces que lo compre en una red
privada a un precio ligeramente mayor al de la harina estatal. El diferencial
de precio obviamente no debe ser tanto como para que se cree la oportunidad de
comprar en bicentenario y revender fuera, y el precio del producto estatal debe
cubrir sus costos para garantizar la producción de volúmenes suficientes para
abastecer el mercado y reducir el poder del productor privado. En este momento
el mejor aliado de la POLAR debe ser justamente la red Bicentenario. Del mismo
modo en cualquiera de los aspectos mencionados existe el espacio para permitir
que el estado y los subsidios se orienten con preferencia a las personas que
más lo necesiten, al mismo tiempo creando las condiciones idóneas y una
eficiente regulación para que el resto de la sociedad funcione de la forma más
adecuada posible, sin dejar únicamente en manos de los privados, la
responsabilidad por la provisión de los bienes y servicios que la sociedad
necesita. Algo similar funciona en el único sector donde la intervención
gubernamental impulsada por el presidente Chavez ha tenido un éxito innegable y
rotundo: la banca. El gobierno ha entrado con fuerza en ese negocio, actuando
como el líder del sector, por lo que, más allá de las acertadas regulaciones
sobre tasas y cartera obligatoria, los otros bancos no pueden establecer sus
estrategias de negocios ignorando el poder que la banca estatal tiene para
orientar el mercado. El estado puede subsidiar las tasas hipotecarias, pero
quien no necesita el subsidio también puede obtener un crédito a una tasa
mayor, con lo que se preserva la rentabilidad del banco. Mejor imposible. El
precio de las viviendas… es otro tema.
Giordani lo asomó hace años y
ahora lo volvió a decir: debe acabarse la regaladera.
Esperemos que esta vez sea cierto,
y ojalá la oposición no sea tan descarada como para defenderla.
Econ. Javier Hernandez
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