lunes, 14 de octubre de 2013

En defensa de los viajeros





Viajar al exterior es un placer. No es un pecado, no es un delito. No se trata de preferir otro país antes que el propio. Se trata de conocer, de experimentar, de procurar expandir nuestra visión de lo conocido, de saber.
Desde la época del tabarato, cuando alguna gente iba a comprar a Miami y regresaba el mismo día, los venezolanos han procurado siempre uno que otro viajecito al exterior como parte de su plan de vida. Algunos lo hacen por el puro placer de meter en cada conversación a su regreso, alguna anécdota del tipo, “… hablando de tequeños, cuando estuve en (coloque aquí el lugar) no me comí ni uno”. Otros son genuinos “backpackers” que genuinamente disfrutan del turismo como actividad recreativa preferida, y cuando viajan, se montan en el metro y autobuses de otros países, consumen comida típica, se toman sus respectivas foticos, traen souvenirs etc. Otro tipo de turista es el que se interna en un complejo todo incluido en Punta Cana, Cancún u otro destino y no conoce los alrededores sino que se refugia en esos enclaves rodeado de piscinas, restaurantes y tiendas que hacen indiferente su ubicación geográfica: son idénticos los de Margarita, Aruba, Curazao, de hecho, casi siempre son las operados por las mismas cadenas multinacionales.
Más recientemente, el turismo cambiario, ese que el gobierno impulsa por la congelación / subsidio de la tasa de cambio en un contexto de alta inflación interna, ha llevado a miles de venezolanos a paisajes tan exóticos como Panamá y Perú con la intención de raspar el cupo y traer de vuelta los dólares haciendo una ganancia cambiaria. Ese turista conoce menos, por no decir nada pues su objetivo es que le sobren la mayor cantidad de dólares.
Está el turista adinerado, ese que no depende de CADIVI para cubrir los gastos de viaje, bien sea por placer o negocios. Tiene toda la vida viajando y sencillamente “le vale” lo que pase con el cupo CADIVI.
Y  hay otro grupo de viajeros, los que al parecer son minoría. Los que no merecen un titular de prensa en defensa de su derecho a viajar, los que no son objeto de ninguna política pública. Los que son al parecer, los responsables de la escasez de dólares ó de un proceso de transculturización, del complot armado para que nuestros niños, jóvenes y jóvenas, tengan una visión del mundo más allá de lo que perciben en su entorno inmediato y a través de la TV e Internet. Estos viajeros, los que se privan de muchos gastos durante largo tiempo para reunir lo suficiente para poder hacer el viajecito, hoy están guindando y al parecer no hay nadie que se preocupe por ellos.
Y es que a nadie le importa, y hasta feo es, defender a una gente que no va a morir por no hacer el viaje habiendo tanta hambre y tanta necesidad en el planeta. No es fácil defender el consumo suntuario de familias que bien podrían irse de vacaciones a Santa María de Ipire en lugar de ir a Buenos Aires, a Nueva York ó Madrid.  Es como defender antojos, caprichitos lujosos.

En la constitución sin embargo, no se establecen limitaciones a esos derechos en razón de sus cualidades, no existe algo como, “tienes derecho a movilizarte sólo si es para conocer museos, o tratamientos médicos”. Viajar es un derecho hasta que se diga explícitamente lo contrario, quien pueda hacerlo, que emprenda los viajes que quiera a donde quiera.
El estado debe garantizar divisas subsidiadas a los viajeros? Definitivamente no. Puede ignorarlos a la hora de formular las políticas económicas? Tampoco. No se trata de facilitarle la vida a los viajeros, pero tampoco de hacerle la vida cuadros.
En la coyuntura actual, el gobierno tiene que saber que hay una gran cantidad de familias, que tienen ya planificado sus viajes para, digamos, los próximos tres meses. Ya tienen los boletos, reservaciones, itinerarios, todo. Y todo ha sido calculado a razón de 6,30 bs por dólar de CADIVI. Una devaluación del tc oficial de CADIVI, ó la exclusión de los viajeros del sistema CADIVI para acudir a un mercado alternativo, que se traduce en devaluación, duplica el costo del viaje planificado. En pocas palabras, le arruina los planes a más de uno. ¿Puede un estado hacerlo en nombre de una crisis cuya existencia  se ha negado reiteradamente? Yo pienso que no, que el estado tiene la obligación de otorgar plazos de espera para la entrada en vigencia de una medida como esta.
Téngase en cuenta que el cupo CADIVI sólo puede tramitarse 30 días antes del viaje. Que no es posible en la actualidad (como antes) comprar poco a poco las cantidades de dólares necesarios para el viaje que se planifique. Que no se pueden pagar por adelantado paquetes turísticos en moneda extranjera porque el cupo se activa justo el día en que se viaja. En resumidas cuentas, los viajeros dependen exclusivamente de CADIVI, de su eficiencia, y de la credibilidad del gobierno en cuanto a la política cambiaria. El que se embarcó en invertir en un viaje, lo hizo confiando en que no cambiaran violentamente las condiciones del entorno como al parecer sucederá.
Es loable que el gobierno dirija su discurso a los sectores de menores recursos, pero debe recordarse que el gobierno es para todos, que no sólo de pan vive el hombre y que los verdaderamente ricos, no se verían afectados con una medida como la propuesta ó en cualquier caso, tienen más recursos para defenderse.
Buen viaje

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