Viajar al
exterior es un placer. No es un pecado, no es un delito. No se trata de
preferir otro país antes que el propio. Se trata de conocer, de experimentar,
de procurar expandir nuestra visión de lo conocido, de saber.
Desde la época
del tabarato, cuando alguna gente iba a comprar a Miami y regresaba el mismo
día, los venezolanos han procurado siempre uno que otro viajecito al exterior
como parte de su plan de vida. Algunos lo hacen por el puro placer de meter en
cada conversación a su regreso, alguna anécdota del tipo, “… hablando de
tequeños, cuando estuve en (coloque aquí el lugar) no me comí ni uno”. Otros
son genuinos “backpackers” que genuinamente disfrutan del turismo como
actividad recreativa preferida, y cuando viajan, se montan en el metro y
autobuses de otros países, consumen comida típica, se toman sus respectivas
foticos, traen souvenirs etc. Otro tipo de turista es el que se interna en un
complejo todo incluido en Punta Cana, Cancún u otro destino y no conoce los
alrededores sino que se refugia en esos enclaves rodeado de piscinas,
restaurantes y tiendas que hacen indiferente su ubicación geográfica: son idénticos
los de Margarita, Aruba, Curazao, de hecho, casi siempre son las operados por
las mismas cadenas multinacionales.
Más
recientemente, el turismo cambiario, ese que el gobierno impulsa por la congelación
/ subsidio de la tasa de cambio en un contexto de alta inflación interna, ha
llevado a miles de venezolanos a paisajes tan exóticos como Panamá y Perú con
la intención de raspar el cupo y traer de vuelta los dólares haciendo una
ganancia cambiaria. Ese turista conoce menos, por no decir nada pues su
objetivo es que le sobren la mayor cantidad de dólares.
Está el
turista adinerado, ese que no depende de CADIVI para cubrir los gastos de
viaje, bien sea por placer o negocios. Tiene toda la vida viajando y
sencillamente “le vale” lo que pase con el cupo CADIVI.
Y hay otro grupo de viajeros, los que al parecer
son minoría. Los que no merecen un titular de prensa en defensa de su derecho a
viajar, los que no son objeto de ninguna política pública. Los que son al
parecer, los responsables de la escasez de dólares ó de un proceso de transculturización,
del complot armado para que nuestros niños, jóvenes y jóvenas, tengan una
visión del mundo más allá de lo que perciben en su entorno inmediato y a través
de la TV e Internet. Estos viajeros, los que se privan de muchos gastos durante
largo tiempo para reunir lo suficiente para poder hacer el viajecito, hoy están
guindando y al parecer no hay nadie que se preocupe por ellos.
Y es que a
nadie le importa, y hasta feo es, defender a una gente que no va a morir por no
hacer el viaje habiendo tanta hambre y tanta necesidad en el planeta. No es
fácil defender el consumo suntuario de familias que bien podrían irse de
vacaciones a Santa María de Ipire en lugar de ir a Buenos Aires, a Nueva York ó
Madrid. Es como defender antojos,
caprichitos lujosos.
En la
constitución sin embargo, no se establecen limitaciones a esos derechos en razón
de sus cualidades, no existe algo como, “tienes derecho a movilizarte sólo si
es para conocer museos, o tratamientos médicos”. Viajar es un derecho hasta que
se diga explícitamente lo contrario, quien pueda hacerlo, que emprenda los
viajes que quiera a donde quiera.
El estado debe
garantizar divisas subsidiadas a los viajeros? Definitivamente no. Puede
ignorarlos a la hora de formular las políticas económicas? Tampoco. No se trata
de facilitarle la vida a los viajeros, pero tampoco de hacerle la vida cuadros.
En la coyuntura
actual, el gobierno tiene que saber que hay una gran cantidad de familias, que
tienen ya planificado sus viajes para, digamos, los próximos tres meses. Ya
tienen los boletos, reservaciones, itinerarios, todo. Y todo ha sido calculado
a razón de 6,30 bs por dólar de CADIVI. Una devaluación del tc oficial de CADIVI,
ó la exclusión de los viajeros del sistema CADIVI para acudir a un mercado
alternativo, que se traduce en devaluación, duplica el costo del viaje
planificado. En pocas palabras, le arruina los planes a más de uno. ¿Puede un
estado hacerlo en nombre de una crisis cuya existencia se ha negado reiteradamente? Yo pienso que
no, que el estado tiene la obligación de otorgar plazos de espera para la
entrada en vigencia de una medida como esta.
Téngase en
cuenta que el cupo CADIVI sólo puede tramitarse 30 días antes del viaje. Que no
es posible en la actualidad (como antes) comprar poco a poco las cantidades de
dólares necesarios para el viaje que se planifique. Que no se pueden pagar por
adelantado paquetes turísticos en moneda extranjera porque el cupo se activa
justo el día en que se viaja. En resumidas cuentas, los viajeros dependen
exclusivamente de CADIVI, de su eficiencia, y de la credibilidad del gobierno
en cuanto a la política cambiaria. El que se embarcó en invertir en un viaje,
lo hizo confiando en que no cambiaran violentamente las condiciones del entorno
como al parecer sucederá.
Es loable que
el gobierno dirija su discurso a los sectores de menores recursos, pero debe
recordarse que el gobierno es para todos, que no sólo de pan vive el hombre y
que los verdaderamente ricos, no se verían afectados con una medida como la
propuesta ó en cualquier caso, tienen más recursos para defenderse.
Buen viaje
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