Venezuela vive una monstruosa
crisis económica, posiblemente única para un país que no ha enfrentado en meses
recientes, guerras convencionales o tragedias naturales de consideración.
Posiblemente, la situación económica de Venezuela en este momento es si acaso
comparable con la devenida en las postrimerías de la Guerra Federal que azotó
al país en el siglo XIX. Aunque hoy el consenso es abrumador en cuanto al
reconocimiento de la crisis –sólo un reducido grupo de quienes ejercen el poder
pretende ignorar su gravedad- hasta hace muy poco muchos venezolanos negaban la
existencia de tal crisis. El mejor argumento para demostrar la buena salud de
la economía venezolana era señalar los notables flujos de turistas en las
épocas de vacaciones, las inmensas colas para comprar en comercios de todo
tipo, la ocupación de hoteles y restaurantes entre otros indicadores informales
proxy del nivel de actividad económica.
¿Cómo se mantuvo esa enorme
capacidad de consumo del venezolano promedio en un contexto de recesión económica,
alza vertiginosa de precios y deterioro general de todos los indicadores
económicos del país? Emulando al slogan de Clinton podemos decir “Es el
crédito, estúpido”
¿Cuál es la realidad hoy?
A partir de una forzosa visita
que realicé a un Centro Comercial por motivo de la celebración cuasi religiosa
del Día de las Madres en mayo de este año, pude ser testigo del notable
enfriamiento de la actividad económica en una fecha que, en años anteriores, había
presenciado igualmente como un festín de consumo y compras desenfrenadas.
Este año la realidad observada fue distinta y comentaba a algunos colegas y familiares que el problema estaba en el crédito. Desde hace tiempo la economía doméstica del venezolano estaba pasando aceite, pero con el boom de crédito, la creciente bancarización y la masificación del uso de la tarjeta de crédito, los niveles de consumo pudieron mantenerse sólidos por algunos extrainings. Al revisar las cifras del Boletín Mensual publicado por la Superintendencia de Instituciones del Sector Bancario SUDEBAN puede observarse lo siguiente:
Cartera de Crédito Bruta del sector Bancario
La cartera de crédito de la
banca, que venía creciendo en términos reales de manera constantes en los
últimos años parece haber frenado abruptamente su crecimiento. En particular,
los créditos al consumo (Tarjeta de Crédito y al consumo por cuotas) crecieron
27% en un lapso de 6 meses en términos nominales. Si asumimos una inflación de
65% en ese lapso (recordemos que en Venezuela, el Banco Central no ha divulgado
las cifras oficiales de inflación en lo que va de 2.015, pero los analistas
muestran un amplio consenso que en ningún caso estará por debajo de 140% al
cierre de año) el crecimiento del crédito entra a terreno negativo en una
magnitud de 37,6%. El notable colapso de la comercialización y ensamblaje de
vehículos en el país, así como la paralización de la construcción residencial
privada con el exponencial crecimiento en el precio de las viviendas ha
producido que los créditos destinados a vehículos y sector hipotecario, se
hayan desplomado 60% y 55% respectivamente en términos reales. En períodos
abiertamente recesivos de la economía la demanda de créditos para inversión se contrae
fuertemente, como lo muestran las variaciones reales en los destinos
microcréditos y sector manufacturero.
Es necesario recordar que el
gobierno estableció diferentes gavetas crediticias, que consiste en el
direccionamiento obligatorio hacia sectores específicos y en condiciones preferenciales, de buena parte
del crédito otorgado por la banca, con base en la cartera de créditos bruta al
cierre del año anterior. En este momento, más del 50% del crédito de la banca
debe dirigirse de acuerdo a lo establecido en las diferentes disposiciones
gubernamentales que establecen esas obligaciones:
Condiciones de los Créditos Dirigidos de la Banca Venezolana
En un contexto de baja demanda de
crédito y considerando las prácticas de evaluación del riesgo que debe mantener
el sector bancario, se dificulta el cumplimiento de los volúmenes de crédito
dirigido por lo que las instituciones al incurrir en incumplimientos, son
sancionadas por los entes reguladores.
¿La trampa de la liquidez?
La caída en la demanda de
créditos no obedece a un problema de precios o costos del financiamiento. En Venezuela
tenemos, por causa del proceso inflacionario que se vive en los últimos tiempos
y que ha caracterizado buena parte de nuestras historia económica de los últimos
30 años, tasas de interés reales negativas. Es decir, la tasa de interés que
los bancos cobran por los créditos – y por ello, las que pagan a los
ahorristas- son inferiores a la tasa de inflación de la economía, lo cual hace
altamente atractivo el apalancamiento con recursos del sector financiero para
el emprendimiento de proyectos, para el consumo, para la expansión de
capacidades productivas etc sin embargo las cifras no se corresponden con esa potencial ventaja para la inversión. No importa cuanto más bajen las tasas de interés
en el país, eso no reactivará la demanda de créditos hasta tanto se superen
otros problemas del complejo panorama económico actual. Bajar las tasas de
interés no reactivará la demanda de crédito, -al menos no la del crédito
productivo- y provocará mayor inflación. El gobierno sin embargo, parece tener
incentivos para obligar a la banca a seguir financiando el consumo abaratando
el crédito y relajando su otorgamiento; ojalá prive la sensatez y no llegue a
tomar medidas de esta naturaleza, que pondrían en severo riesgo al sector
bancario nacional. La política de intervención gubernamental en el sector
bancario a través de control de tasas y comisiones, así como la imposición de
gavetas obligatorias tuvo un impacto positivo en el desempeño del sector y
apoyó considerablemente la etapa de expansión –con sus bemoles- de la economía
en el lapso 2.004-2.011.
En resumen, así como la bonanza
petrolera y el enorme endeudamiento contratado por el país permitió financiar
una insostenible situación de bienestar material de la población, del mismo
modo, una expansión del crédito a las familias mediante tasas reales negativas,
permitió mantener impetuosos niveles de consumo durante varios años. La
severidad de la crisis económica actual parece estar obligando a la banca a
racionalizar la entrega de créditos –hace unos meses aumentaban el límite de
las tarjetas de crédito con mucha frecuencia, parece que ya no- para mantener
controlado el riesgo de impagos por parte de una población a la que cada vez le
sobra menos (ó le falta más) dinero al llegar a fin de mes. Es muy probable que
en los próximos meses se incremente la morosidad en la banca, veremos las
cifras en los próximos meses.
@jhernandezucv
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