No es el dólar SIMADI, con todos
los problemas derivados de su deficiente implantación y escasa oferta. Tampoco es el dólar paralelo,
cuya cotización altamente manipulada no refleja los fundamentos de la economía,
pero que tiene un inmenso poder en la fijación de precios internos y la
formación de expectativas. Tampoco es el imperio norteamericano, Rajoy, Uribe,
Felipe Gonzalez ó algún otro miembro del selecto grupo de expresidentes que
pululan por el mundo pregonando las virtudes que sus gestiones escasamente
pudieron exhibir. El corazón de la catastrófica crisis económica actual es la
tozuda política de mantener una tasa de cambio a Bs. 6,30 por dólar, una tasa
irracional desde cualquier punto de vista.
Como bien lo expresó el
economista venezolano de Bank of América Francisco Rodriguez: Si en EEUU
vendieran los biletes de 10 USD a 1 USD, ellos también se quedarían sin
dólares. Podría decirse que eso ocurre en Venezuela: el gobierno insiste en
vender a Bs. 6,30 un recurso relativamente escaso por el que hay gente
dispuesta a pagar Bs. 300. La demanda por supuesto es infinita, y sólo la
improbable posibilidad de conectarse bien y recibir un poco de esa piñata, bien
vale el esfuerzo para diseñar y ejecutar toda suerte de trampas, sobornos y
demás mecanismos de corrupción para concretar las fabulosas ganancias que bien
pueden alcanzar 4.000%. Ni el narcotráfico es tan rentable.
La congelación del tipo de cambio
así como otros precios, cuando se prolonga en el tiempo, ha sido siempre una
pésima política. Lo era cuando el presidente Chavez lo adoptó como herramienta
antiinflacionaria y lo es ahora. Antes, las consecuencias negativas de tal
política pudo ser cubierta con masivas importaciones, en una época en que los
altos precios petroleros y el crédito externo financiaron una política de gasto
público continuamente expansiva que se tradujo –como hoy se demuestra- en un
insostenible bienestar para el venezolano, reflejado muy especialmente en un
notable repunte del consumo. Ahora, cuando el ingreso petrolero se reduce a la
mitad ¿tiene algún sentido mantener la misma política?
La enorme sobrevaluación que
representa un tipo de cambio a Bs. 6,30 por dólar y que representa el 98% del
total de divisas que se suministran a la economía, genera un gran cúmulo de distorsiones
que impiden siquiera soñar con un mejoramiento de la situación en el corto
plazo, representando una especie de piedra de tranca que, al ser removida,
podría permitir que otras medidas de política puedan contribuir a una mejora
progresiva en la complicada situación económica que hoy azota a los
venezolanos. Devaluar el dólar CENCOEX es condición necesaria, indispensable
diría yo, pero no suficiente.
El dólar CENCOEX deja sin
liquidez al estado para cumplir con los enormes compromisos de gasto e inversión
que requiere el país, ocasiona pérdidas a PDVSA, que debe financiar gastos en
bolívares devaluados con una cada vez mayor cantidad de dólares; estimula el
contrabando de extracción al producir enormes diferenciales de precio que son
un poderoso incentivo al arbitraje, aniquila la producción nacional, genera
inflación vía escasez, produce desórdenes monetarios debido a la impresión de
dinero sin respaldo para financiar el gasto, y como efecto colateral de la
situación, se forman verdaderas mafias –con todo lo que esto significa en
términos de criminalidad- que se aprovechan de la situación y que luchan con
bastante éxito para conservar inalterado el actual orden de las cosas, al
tiempo que se destruye la capacidad de emprendimiento e innovación de la
sociedad, reemplazándole por una visión de corto plazo orientada a conectarse
apropiadamente con los contactos necesarios para participar del festín y lograr
sobrevivir.
El primer paso para solucionar un
problema es reconocer su existencia. El dólar barato nos está matando como
sociedad, si el presidente Maduro no se da cuenta de eso y comienza al
solventarlo, alguien más lo hará más temprano que tarde. De eso no debe caber
duda
@jhernandezucv
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