Venezuela vive uno de sus
momentos más difíciles en casi 200 años de vida republicana, con una crisis
económica apenas comparable con la que viviría un país que recién sale de una
guerra o una catástrofe natural (aunque siempre hay algún suspicaz que diga que
la guerra ya la vivimos ó que al país le cayó alguna especie de macumba)
En estos momentos de crisis sin
embargo, hay un reducido sector de la población, que enfrenta la situación, a
falta de recursos económicos, con una pretendida entereza moral. Estos
cruzados, paladines del ascetismo no ven problema alguno en las pequeñas miles
de limitaciones diarias que agobian al ciudadano común. El desabastecimiento,
las colas y la destrucción del bienestar del venezolano son, a su modo de ver,
los dolores de parto de una nueva sociedad que el comandante zzzz…zzzzz…zzzz.
Lo siento, me dormí en medio de la perorata pre empacada, aprendida tras horas
y horas de cadenas, hojillas y conductas zurdas.
Ante semejantes argumentos me
rindo. Me someto ante los portadores de luz revolucionaria que consideran una
contradicción fundamental con una sociedad más justa, la posibilidad de comprar
champú en una tienda cualquiera. Como parte de mi claudicación, presento una
breve confesión con el TOP 10 DE PEQUEÑOS LUJOS PEQUEÑOBURGUESES que solía
tener hasta hace poco, alienado como estaba, ante el capitalismo transnacional
que explotaba mi zzzz……zzzzzzzz….zzzzzzzz.
10.- Restaurantes
Esos antros de perdición
consumista donde pasaba buena parte de mi tiempo libre, quedaron en un lejano
pasado. Ese feo hábito de compartir con amigos y familia degustando alguna
parrillita mientras éramos atendidos por personas que no tienen más que perder
sino sus cadenas, al tiempo que el dueño del restaurante se apropiaba del
plusvalor…zzzzzz….. ha quedado atrás. En este momento, ir a algún restaurante puede representar dos o tres salarios mínimos por lo que esa mala costumbre ya
no será un obstáculo para convertirme en un hombre nuevo.
9.- Vacaciones, aviones y Hoteles
En una época no tan lejana, un
viajecito a Margarita e incluso al exterior podía estar en los planes de
cualquier familia. He descubierto que los hoteles lo que hacen es alejarnos de
nuestras familias, así que en lo sucesivo sólo viajaré a sitios donde tenga
familiares a donde llegar. La familia que estorba unida, permanece unida. Por
otra parte, el poder de las transnacionales del transporte aéreo me lleva a
optar por el muy ecológico transporte terrestre. No más traslados en avión.
Para asegurarme de no caer en esa tentación, conservo en mi mesita de noche los
nuevos tarifarios de las aerolíneas nacionales. Cabe destacar que en eso de
evitar la tentación, he recibido un solidario apoyo por parte de CONVIASA, que
mantiene un nivel de servicio y unas tarifas que suprimen cualquier deseo de
volver a volar.
8.- Actualización de Tecnología
Teléfonos celulares, computadoras
y televisores eran el tipo de dispositivos que me gustaba remplazar cada cierto
tiempo, engañado como estaba, en la creencia de que la incorporación de los
avances tecnológicos, en alguna medida podían ser útiles y elevar mi calidad de
vida. Reconozco haber caído en la trampa del consumismo alienante. Me hubiese
quedado con mi Pentium IV, mi televisor culón y mi Motorola Teletac 250. Claro,
que hay actualizaciones tecnológicas que si son válidas: mi vecina cuyo hijo
trabaja en Movilnet ya tiene el vergatario IV, un upgrade de aquella versión
original. Ella si está updated.
7.- Arreglos del hogar
Bendita costumbre inoculada por
los medios de comunicación, en especial por Eladio Larez y sus pinturas Montana
que se sembraron en mi mente, haciéndome creer que en verdad era necesario que
pintara la casa cada año. En realidad, así como las arrugas y canas son
naturales en el humano y señal de experiencia, del mismo modo las manchas en
las paredes, las manos de mis hijos bordeando el interruptor de la sala son
señal de que en mi casa hay vida y hay historias que contar. Pintar las paredes
va en contra de la memoria histórica de la casa. Claro que por si a las moscas,
cada dos semanas paso por la ferretería de la esquina y al ver como aumenta el
precio de la pintura, refuerzo mi convicción de que hacer ese gasto es hacerle
el juego a las corporaciones transnacionales que…..zzzzz……zzzzzzzz.
6.- Seguro de Vehículos
Esa paranoia mass mediatica, esa
bendita campañita que pretende sembrar en nuestro inconsciente que el país es
peligroso y que es mejor asegurar mis activos, hacía que año tras año pagara
una póliza para asegurar mi carro. Ahora, esta realidad que abre mis ojos y que
me deslastra del pesado fardo de mis antiguos hábitos pequeñoburgueses, me deja
bien claro que el seguro de mi vehículo no es necesario. Para eso están San
Miguel Arcangel, ó el Negro Primero.
5.- Ahorros
El último bien que se alcanza es
el ahorro. En este momento me he dado cuenta que ahorrar solo beneficia a la
banca transnacional especuladora. Claro que por supuesto que no me alcanza para
ahorrar nada, pero incluso si me sobrara, mi dinero nunca más iría a parar a
las arcas de esos aprovechadores. Claro, que el estado revolucionario maneja
varios bancos que tienen básicamente los mismos requisitos, las mismas tasas,
tarifas y comisiones que la banca privada. Pero en el caso del estado el
negocio bancario tiene espíritu social.
4.- Televisión por suscripción
Mi escasa solidez moral hizo que
me suscribiera a un servicio de TV paga con no sé cuántos canales. En realidad
es un gusto pequeño burgués que solo beneficia a la transculturización de los
niños a favor de la homogeneización de los patrones culturales. Aunque Telesur,
VTV y Winston son oferta televisiva suficiente, extraño ver Game of Thrones.
3.- Vida Social
Las reuniones los fines de
semana, las salidas al parque, a la playa entre otras, pertenecen ahora al
mundo de los recuerdos. Ahora comprendo que esas distracciones sólo me restaban
capacidad de enfocarme en lo sustantivo: la superación del modelo de explotación
del hombre por el hombre. Espero que menos actividad social me deje más tiempo
libre para leer el poemario de Tareck.
2.- Soñar con el futuro.
Bendita mala costumbre,
erradicada en la actualidad. Solía hacer planes para el futuro, contando con
que, con un poco de esfuerzo, trabajo y preparación podía llegar a tener algo.
Hoy eso es imposible, por lo que mis preocupaciones se limitan a ver como resuelvo
los alimentos del día. Soñar ¿para qué? Eso lo dejo a las jóvenes parejas y los
universitarios, aunque buena parte de ellos mantienen como su mayor sueño, el
poder irse del país.
1.- Un desodorante para mí solo
En el top de los viejos hábitos pequeñoburgueses
que gracias a la crisis he dejado atrás, está el uso exclusivo del desodorante.
En vista de que no es posible encontrar desodorante en el país con las mayores
reservas de petróleo del planeta, paso a compartir el desodorante con mi hijo. Debido
a que ya va por la mitad, estamos evaluando la posibilidad del ácido bórico y
el zumo de limón (que es realmente lo nuestro, lo demás es una imposición de
Procter and Gamble) Me queda la satisfacción de que al menos, hace años optamos
por el desodorante en aerosol. Gracias a Dios.
Hay otros lujos que muy pronto de
seguir como vamos, pasarán al recuerdo. Tener servicio eléctrico las 24 horas
del día por ejemplo, ya pasó a ser una anécdota en buena parte del país, del
mismo modo que aquellas antiguas panaderías donde vendían pan. Recordar será
vivir.
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