La victoria de Mauricio Macri en
las elecciones presidenciales argentinas podría estar iniciando un nuevo ciclo
político en América Latina, generado a partir del agotamiento de un período de
gobiernos progresistas de orientación a la izquierda que a pesar de haber logrado
significativos avances en el bienestar de la población de sus países, hoy se
enfrentan casi irremediablemente a su desalojo del poder político. Estos
avances en materia social fueron financiados durante una década con la mejora
de los términos de intercambio en el contexto del llamado súper ciclo de
precios altos de los commodities, y por el cambio cualitativo en la
configuración del poder geopolítico global. Más avanzó China en su rol de
superpotencia, más se beneficiaron los países del tercer mundo, a través de
inversiones, préstamos y exportaciones hacia el gigante asiático. Esas
condiciones han cambiado y con ello, las preferencias políticas de los
ciudadanos
El ascenso de Macri al poder
revela una vez más que, dada la incapacidad que por diseño parece mostrar el
capitalismo globalizado y corporativizado de hoy en día para satisfacer las
necesidades –incluso las más básicas- de millones de personas alrededor del
mundo (también en países desarrollados donde se observa una creciente depauperación
de la clase media y la clase trabajadora) las preferencias políticas de las
sociedades se comportan como un péndulo cuyo movimiento va de izquierda a
derecha y viceversa cada cierto tiempo, además de recorrer los diferentes
grados con que las políticas públicas son ejercidas, de acuerdo a la
caracterización ideológica que se le otorgue.
En Latinoamérica, el triunfo
electoral de Hugo Chávez en 1.998 y su estilo político anti establishment,
desató un viraje hacia la izquierda en una región del planeta donde las
políticas neoliberales –Reaganomics y Tatchernomics- arrojaron un balance
negativo en materia de bienestar. El Caracazo de 1.989, el efecto Tequila en
México y la destrucción de la economía Argentina en la era Menem, abonaron un
terreno fértil para el resurgimiento de una izquierda desprestigiada y
derrotada. Recordemos que en una misma época nuestros países estuvieron
dirigidos por personajes como Carlos Salinas de Gortari, Fernando Collor de
Mello, Carlos Menem y Carlos Andrés Pérez entre otros. La búsqueda de opciones
era urgente.
Lula en Brasil, Néstor Kirchner
en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua y hasta
Torrijos en Panamá, Bachelet en Chile, Humala en Perú, Tabaré Vásquez y Pepe
Mujica en Uruguay han sido entre otros, producto del efecto contagio que el triunfo
de Chávez produjo en la región. Considérese también que incluso en países donde
la izquierda no ha dominado el poder ejecutivo se ha producido un importante
avance de los sectores progresistas en espacios de poder político local, como
fue el caso de Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá o la cantidad de votos
que logra capitalizar Andrés López Obrador en cada elección en México.
Ciclo político del péndulo
La oscilación de derecha a
izquierda en las preferencias políticas de la sociedad tiene un comportamiento
más o menos similar en cada país que se revise: Ante la implantación de
políticas promercado, desregulatorias (las llamaremos neoliberales por
simplificación) le sucede un acelerado empobrecimiento de la población y en particular
la clase media. En la búsqueda de la eficiencia económica, se producen recurrentes
crisis de desempleo, caídas del salario real y el deterioro de la capacidad del
estado para influir positivamente en la economía. Ante este panorama, es natural
que el discurso reivindicador y redistributivo de la izquierda coseche triunfos
políticos que le permitan acceder nominalmente al poder (digo nominalmente para
referirme a la superestructura institucional por cuanto las relaciones de
producción permanecen igual). Rápidamente, las políticas de corte social
restauran parte del bienestar perdido. Subsidios, aumentos del salario mínimo,
congelación de tarifas y precios entre otras medidas típicas producen una
sensación de mejora en la población. En los casos de Bolivia, Argentina y
Venezuela en la última década se produce además un resurgimiento del estado
como propietario de medios de producción y como proveedor de bienes a la
sociedad.
Por qué el péndulo regresa a la derecha?
Ser de izquierda es relativamente
sencillo cuando no se maneja el poder político, o la responsabilidad
administrativa de la dirección de una estructura de gobierno por pequeña que
esta sea. ¿Quién no quiere un mundo más igualitario, erradicar el hambre, la
contaminación y las guerras?
Los movimientos de izquierda que
controlaron el poder político en Latinoamérica recientemente se han agotado
rápidamente al no saber satisfacer las naturalmente crecientes expectativas de
la sociedad una vez superada la depauperación inicial. Es perfectamente normal
que una vez recuperada la capacidad de compra, o un nivel mínimo de
subsistencia, los ciudadanos aspiren a la satisfacción de nuevas necesidades.
Es aquí donde la izquierda fracasa estruendosamente, en la comprensión de las
necesidades humanas, en el sentido de la famosa Pirámide de Maslow.
Pirámide de necesidades humanas de Abraham Maslow
La izquierda parece quedarse
atascada cuando las necesidades de un país superan en complejidad a una ingesta
mínima de calorías. Algunos fardos ideológicos y creencias inamovibles como el
principio de reivindicación (dar sin exigir como compensación de penurias
anteriores) la lucha permanente en contra de un enemigo (real o inventado,
externo o interno) que le excusa de todo error, la creencia de que se puede
mejorar la situación de los más pobres desmejorando a los no tan pobres, la
ampliación de la esfera de influencia del estado en el funcionamiento de la
sociedad invadiendo casi siempre el espacio natural de la racionalidad
individual o colectiva, la sustitución de los incentivos por el garrote y lo
más importante, la pretensión de desconocer las leyes que caracterizan el
comportamiento del mercado. Redistribuir riqueza a partir de una situación
inicial, con legitimidad política y legalidad es relativamente fácil pero
insostenible en el tiempo. Crear riqueza, bienestar, y prosperidad de manera
sostenible en el tiempo (incluso en los conceptos de bienestar alejados del consumismo
asociado con el capitalismo moderno) es una tarea mucho más compleja y requiere
de un instrumental científico, técnico, político y gerencial del que la
izquierda ha carecido y que, muchas veces es atacado al considerarle producto
del capitalismo y no de la evolución de las capacidades productivas de la
sociedad.
Macri, una nueva (y muy corta) ilusión
Las perspectivas para el pueblo
argentino no son alentadoras. Macri parece representar la ortodoxia proliberal
más similar a los años 90 del siglo pasado que a lo que se requiere en la
segunda década del siglo XXI. La adopción del fracasado credo liberal y la
sempiterna promesa del efecto derrame, el realineamiento de la política
exterior para restar potencial a los tibios mecanismos de integración regional
y por supuesto, el reposicionamiento de sectores empresariales en la conducción
del estado son con casi total certeza, contrarios al mejor interés del pueblo
argentino, incluyendo por supuesto a su sector productivo, trabajadores y clase
media. Sobre las prácticas empresariales antiéticas y antideportivas de Macri en su trayectoria como empresario también hay abundante material.
Macri llega al poder en buena medida
gracias al posicionamiento en el imaginario colectivo, del empresario exitoso
como icono de lo que la gente quiere (y podría, de acuerdo a la idea
generalizada) llegar a ser. Ricardo Martinelli en Panamá, Gustavo Noboa en
Ecuador (candidato derrotado), Sebastián Piñera en Chile, Vicente Fox y más
recientemente Enrique Peña Nieto en México son la encarnación de ese fenómeno
sociológico que atribuye a empresarios y gente adinerada en general, una serie
de virtudes que perfectamente le permitirían conducir exitosamente los destinos
de una nación (recuérdese el éxtasis que embriaga a quienes ven en Lorenzo
Mendoza un potencial presidente de Venezuela). Los resultados, en todos los
casos mencionados, demuestran que estas experiencias no han sido en absoluto, exitosas.
Pero la idea sigue allí.
Macri llega al poder ayudado por
el tremendo desprestigio que la experiencia izquierdista más importante en los
últimos años, el chavismo, acumula en Venezuela. La destrucción de la economía
nacional en el contexto de elevados ingresos petroleros y la utilización de
tales recursos en provecho de los intereses políticos y crematísticos de una minoría
son utilizados como ejemplo mundial del fracaso de las formulas políticas
alejadas del mainstream pro mercado. A pesar de los múltiples desaciertos, la
corrupción y el estancamiento (en términos de progreso y bienestar) de la
gestión Kirchner, el nuevo presidente y el ejército mediático que lo acompañó,
reciben un apoyo más bien pequeño en término de diferencia de votos obtenidos.
El mensaje implícito es claro, no es una victoria de su visión de sociedad, es
una derrota de una izquierda incapaz de evolucionar.
@jhernandezucv
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