El mercado no admite vacíos.
Curiosamente en la actual crisis económica, muchos empresarios, gremialistas y
voceros (oficiales y agazapados) del sector empresarial que son en teoría
defensores del libre mercado, han optado por desconocer las fuerzas del mercado,
sustrayéndose de la innovación, emprendimiento y toma de riesgos que implica
por naturaleza la función empresarial.
Trataré de explicarme mejor: con
la finalidad de minimizar las pérdidas a corto plazo y con la esperanza
subyacente de regresar a la época no tan lejana en la que los dólares fluían
sin tantas restricciones, muchas empresas que operan en el país están optando
por la minimización de sus operaciones, retirando del mercado buena parte de su
oferta comercial de otras épocas, debido a la falta de divisas que caracteriza
desde hace algún tiempo a la economía venezolana.
Esto es evidente para cualquiera
que visite un supermercado en el país (excepto el Alcalde Petro de Bogotá, que
al parecer consigue de todo) Si hace unos años, elegir un champú era una tarea
que demandaba la compleja experticia de las amas de casa y un exhaustivo
conocimiento de las especificidades capilares del consumidor (cabello graso,
seco, teñido, liso, rizado, con caspa, sin caspa, que brille, que no brille
etc) hoy en día, se compra lo que haya, y se agradece si se consigue.
Es decir, toda la inversión en
mercadeo realizada por las empresas para posicionarse en las preferencias del
consumidor y para convencerlo de la insoslayable necesidad de seleccionar
determinadas marcas y atributos diferenciados de productos, se ha ido por el
inodoro. Adicionalmente, los hábitos de consumo han sido severamente
trastornados y paulatinamente, la gente forzosamente olvida la necesidad de
productos diferenciados con atributos de conveniencia, modernidad y practicidad
–como el caso de los pañales desechables y otros productos de higiene personal
y del hogar- y lo sustituye por el consumo básico basado en disponibilidad (del
producto y presupuestaria)
En el caso de los alimentos es
dramático el cambio. Miles de familias han reducido / eliminado la tradicional
arepa hecha de harina de maíz industrializada y la han sustituido por mezclas
con verduras, arroz, maíz pilado (el regreso del molino a los hogares) entre
otras muchas técnicas impulsadas por la crisis para estirar el presupuesto y sobrevivir.
En el caso de los alimentos no básicos como cereales, bebidas saborizadas,
refrescos, golosinas entre otros, las empresas han optado por sacrificar el
negocio de largo plazo, permitiendo que las nuevas generaciones de consumidores
(niños fundamentalmente) desconozcan los supuestos atributos diferenciadores
que tanta propaganda quiso posicionar en sus mentes a lo largo de tantos años.
Este proceso no es necesariamente
negativo para la sociedad, no sólo por la búsqueda de nuevos hábitos de
consumo, algunos con grandes beneficios para la salud y para el presupuesto
familiar, sino porque se constituye en una gran oportunidad para la incursión
de nuevos actores en el proceso de producción de bienes y servicios
–generalmente en pequeña escala- para la satisfacción de las necesidades
de la sociedad.
Nótese el énfasis intencional en
la palabra necesidades. Aunque existen situaciones muy difíciles para
producir en el país, y aun cuando el poder de compra del salario se ha reducido
dramáticamente, las necesidades de consumo de la sociedad siguen allí presentes
como siempre y quien pueda comprenderlas y responder adecuadamente ante esas
necesidades en el contexto actual, puede capitalizar – y ya está capitalizando-
beneficios económicos. Así funcionan las fuerzas del mercado.
Es por ello que
se observa como pequeños productores agrícolas y pecuarios informales en las
afueras de las principales ciudades (ferias de hortalizas itinerantes, pequeños
mataderos de reses, cochinos y caprinos) no restringidos por las limitaciones
de las regulaciones en materia de precios aprovechan para colocar su producción
directamente a los consumidores y no a través de los canales tradicionales
(mayoristas del mercado de Coche por ejemplo) que controlan la distribución y
depredan sus márgenes de ganancia. También es posible ver productos para
higiene personal y cuidado de hogar con precios superiores al producto habitual
de las multinacionales, fabricados por pequeños productores y de calidad
bastante aceptable. La migración de las compras desde las grandes superficies
(supermercados e hipermercados) hacia los establecimientos cercanos, es otro cambio
en el comportamiento del consumidor, asociado a la escasez y la carestía.
En fin, zapateros, costureras,
servicios de reparación variados y pequeños productores, expulsados del mercado
por la poca competitividad relativa de su producción (en el contexto del dólar
barato y abundante de años recientes) hoy capitalizan las oportunidades que
dejan las empresas excesivamente conservadoras. El llamado es a los
emprendedores y a los empresarios con visión de largo plazo para que reevalúen
sus estrategias. El mercado sigue allí, sólo que no es el mismo mercado que
hubo en años recientes. Hay nuevas condiciones y nuevos desafíos y estos se
prolongarán en el tiempo. Quien lo entienda, y actúe en consecuencia, cosechará
beneficios en el corto y mediano plazo.
@jhernandezucv
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