En el primer semestre del año la situación económica del país ha
atestiguado un notable empeoramiento de todos los indicadores, especialmente
los indicadores sociales. La estrepitosa caída del consumo de los hogares
incluso en rubros básicos como alimentos, y la virtual paralización en la
producción nacional, conducen a la economía venezolana en 2016, a un
decrecimiento récord del PIB que difícilmente será menor al 10% y una tasa de
inflación de tres dígitos. Ningún país del planeta en toda la historia ha registrado
un desempeño económico tan malo en tiempos de paz y sin catástrofes naturales
que lo expliquen.
La política económica del gobierno en respuesta ante la grave
situación, continúa siendo errática, incompleta, parcial, intermitente,
contradictoria y altamente inefectiva. Por una parte, se intentan
aproximaciones tímidas hacia el sector privado y mecanismos de mercado como la
cotización del DICOM o la actualización abrupta de precios con considerables
rezagos, pero por otra parte sectores del gobierno se rehúsan a perder el
control sobre variables económicas de importancia y los corruptos negocios
asociados. Muestra de ello es el muy ineficiente intento de controlar la
distribución de alimentos por medio de los CLAPs o la ocupación de la planta de
Kimberly Clark, una fórmula experimentada muchas veces en años recientes con
estruendosos fracasos.
La realidad es que la situación de escasez de alimentos y de otros
rubros responde fundamentalmente a tres razones:
Caída de las importaciones
Durante el período de vigencia del control de cambio, con ingresos
de divisas crecientes por exportación petrolera y en un contexto de guerra
entre el sector privado y el estado, se reforzó la dependencia del país
respecto a las importaciones. El estado asumió como política antiinflacionaria
el anclaje cambiario lo que aniquiló la competitividad relativa de la
producción local en favor de las importaciones que, también estaban controladas
directa o indirectamente por el gobierno nacional, bien como administrador de
las autorizaciones de divisas o bien como importador directo de bienes.
De acuerdo con las cifras de Balanza de Pagos publicadas por el
Banco Central de Venezuela, en el lapso 2003-2014 se registraron ingresos por
exportación por USD 830.159 e importaciones de bienes y un saldo en servicios
que totaliza USD 591.334 en el mismo período. En ese lapso las importaciones
pasaron de 27.230 millones de dólares (2003) a más de 60.000 millones de
dólares (2014) lo que equivale a un crecimiento de 376%. Una expresión
innegable del rentismo sobre el cual se pretende justificar el innegable
fracaso de la política económica del Chavismo.
Ante la caída del ingreso petrolero y con la parálisis de la
producción interna y una exacerbada dependencia de las importaciones, es
natural que se registren importantes interrupciones en los proceso de
producción de la industria local y una marcada ausencia de bienes
importados.
Política de precios internos
En aras de lograr una redistribución del ingreso y para acometer
una política social mal diseñada, el gobierno nacional ha implantado una
política –a todas luces fallida- de congelación y regulación de precios en el
tiempo que trajo como consecuencia el rezago incluso durante años, del precio
de venta de diferentes rubros hasta anular toda rentabilidad posible en su
producción por parte del sector privado, disminuyendo su disponibilidad e
incentivando el contrabando de extracción. Aun cuando el gobierno durante el
primer semestre de 2016 realizó ajustes salvajes de 300%, 500% ó 900% en
diferentes rubros, el daño ocasionado en las cadenas de valor demorará en ser
superado, máxime cuando continúa la misma política de esperar a que el gobierno
autorice las modificaciones en los precios, incluso contraviniendo lo
establecido en la Ley de precios justos en cuanto al límite de utilidad
permitido.
Expropiaciones
En esta materia el daño ha sido considerable. Las expropiaciones
de fincas, hatos y plantas anteriormente productivas, retiró del mercado buena
parte de la oferta en bienes en rubros simbólicos como las cabillas y el
cemento. Por otra parte, el fracaso de Agropatria que sucedió a la expropiación
de Agroisleña y una serie de políticas erradas en la producción e importación
de alimentos, explica buena parte de la escasez de esos rubros.
Semestre 2016-II
En el segundo semestre del año el panorama no luce mejor. Las
reservas internacionales del país se han reducido 28% durante el primer
semestre y el margen de maniobra para disponer de activos externos se ha
reducido considerablemente a raíz de algunas operaciones realizadas por el
gobierno durante 2015. El precio del
petróleo permanece estable y luce improbable que su cotización promedio alcance
los 45USD por barril durante el año, a lo que se le suman los problemas
reportados para que PDVSA mantenga o incremente su producción, comprometiendo
aún más el ingreso petrolero.
El panorama es claro: es imprescindible incrementar las
importaciones y la eficiencia con que se manejan las mermadas disponibilidades
de divisas. El estado venezolano comprometido como está con el pago de las
obligaciones de deuda externa, con una notable disminución de ingresos e
imposibilitado de recibir financiamiento externo, incluso de China, su aliado
financiero de los últimos años, exhibe una escasa capacidad para mejorar la
situación de cara al segundo semestre.
Entonces que se podría hacer?
Permitir las importaciones con dólares No Oficiales
El gobierno venezolano sigue dando muestras de aislamiento
respecto al clamor de la sociedad y de las recomendaciones que en materia
económica han realizado personalidades, académicos e instituciones, incluso las
que le son ideológica y políticamente afines como es el caso de Unasur. Aun en
este contexto, es necesario continuar proponiendo medidas para que quienes
tienen en sus manos la conducción de la política económica, las consideren
dentro del limitado set de herramientas disponibles dentro del marco
ideológico-electorero que condiciona la acción del gobierno nacional.
El artículo 22 de la Ley del Régimen Cambiario y sus Ilícitos
penaliza con cárcel y sanciones económicas a quienes “… promocionen, comercialicen o
determinen los precios de bienes y servicios utilizando como referencia un tipo
de cambio distinto a los permitidos por la normativa cambiaria o al fijado para
la operación cambiaria correspondiente por la administración cambiaria”. Esta disposición limita las
posibilidades de los agentes económicos privados de utilizar sus propias
divisas para sus importaciones, por cuanto reconocerlas a las tasas oficiales
representaría una pérdida patrimonial anunciada, al establecer precios que no
garantizan la reposición de esas divisas en el único mercado posible: el
mercado desregulado, una condición que el DICOM aún no cumple.
De acuerdo con las cifras del Banco Central de Venezuela en su
reporte de la Posición de Inversión Internacional de la República, al cierre
del tercer trimestre de 2015 (último publicado) el sector privado residente
en Venezuela mantenía una posición en activos por el orden de los 150 millardos
de dólares. Una parte de este enorme caudal de activos estarían recibiendo
en el exterior una rentabilidad mucho menor que la que recibirían en Venezuela
si se aplican a una actividad comercial menos restringida que la que ofrecen
las condiciones actuales, donde cualquier funcionario, incluso de bajo nivel
jerárquico puede ganar puntos con sus superiores, interviniendo, cerrando y
multando comercios y decomisando mercancía. A partir de estos recursos, existe un considerable potencial
para incrementar el flujo de importaciones del sector privado en el segundo
semestre si se manejan los incentivos correctos.
Los agentes económicos venezolanos se posicionan en divisas, no por el
rendimiento financiero que estas ofrecen que es más bien bajo, sino por la
protección que brinda ante el exacerbado riesgo cambiario que exhibe la
economía nacional. Si se facilitan las condiciones –especialmente la libertad
de precios- para que la rentabilidad del comercio supere las expectativas de
devaluación es perfectamente posible que buena parte del sector comercial logre
abastecer sus establecimientos con sus propios dólares en los próximos meses.
Esto puede ser muy conveniente y de bajo impacto distributivo para rubros no
estratégicos como la electrónica de consumo, tecnología, vestido, automóviles,
juguetes, calzado, bebidas alcohólicas y servicios turísticos.
Si en dos semanas, 150 mil venezolanos estuvieron dispuestos a
cruzar hacia Colombia para comprar bienes de aquel lado de la frontera pagando
precios mayores que los precios oficiales y esto representa un beneficio para
sus presupuestos respecto a su situación actual, es sencillo imaginar que más
libertad de comercio puede causar de inmediato un mayor nivel de bienestar y
una expansión aunque sea modesta, del nivel de actividad económica, incluso en
las terribles circunstancias que vive el país. La despenalización de las
importaciones con tipo de cambio no oficial, es una medida que se inserta en
una estrategia progresiva de flexibilización, de sinceración de la realidad
económica y permite al estado enfocarse en lo que es realmente importante en
este momento: alimentos y medicinas.
@jhernandezucv
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