sábado, 17 de septiembre de 2016

El triunfo de los CLAP



Los Comités Locales de Producción y Abastecimiento no son en modo alguno, una política social, una política alimentaria y mucho menos una política económica. Son todo eso y más. Los CLAP se han establecido como un paradigma mental en parte de la población y en últimas, es la expresión práctica de todo cuanto condensa el chavismo-Madurismo como fenómeno político y cultural.

Los CLAP concentran todos los males no sólo de un modelo social asistencialista que, en absoluto ha sido creación del chavismo pero que sin duda fue exacerbado por este, hasta situaciones nunca antes vistas. También incorpora nuevos rasgos en nuestra sociedad, que responden fundamentalmente a la visión chavista de lo que es el pueblo venezolano y el rol del estado en la sociedad.

Los CLAP como una expresión de ideología Chavista

Quiero aclarar –aunque no parezca necesario- que no tengo absolutamente nada en contra de la militancia del chavismo. Mis seres más queridos, buena parte de mis amistades y personalidades a las que respeto son o han sido chavistas, de modo que el uso de  los términos chavismo o chavista no tiene nada de peyorativo o despectivo.

Al referirme a la ideología Chavista me refiero fundamentalmente a la ideología de la dirigencia política que en mala hora vino a hacerse del poder para llevar al país a la situación más miserable que país alguno de Latinoamérica haya vivido en tiempos de paz, desde la llegada de Colón a estas tierras.

Los CLAP revelan en primer lugar, la visión de la cúpula gobernante respecto al rol del estado y de la Fuerza Armada, para la atención de determinados problemas. Se cree –asumamos que por buena fe y no por el ingente negocio que representa- que el estado tiene la capacidad logística de llegar periódicamente a cada hogar del país con una cantidad de alimentos que cubran las necesidades de las familias. No es difícil adivinar que incluso si esta tarea fuera realizada por una legión de arcángeles es una opción difícil de implementar, operativamente compleja, costosa y sobre todo muy ineficiente desde el punto de vista de los recursos utilizados y su impacto real en los beneficiarios.

Los CLAP revelan también la concepción de la montonera gobernante sobre lo que es el estado y sus instituciones, el gobierno y el partido. Los CLAP no son una institución del estado, sino que se escuda bajo el atractivo nombre de “pueblo organizado” para aplicar los criterios de administración de una escasez artificialmente provocada tras una década de medidas económicas erradas. Ese pueblo organizado no es más que la más activa militancia del PSUV quienes como es lógico, aseguran para su familia primero, la asignación de las migajas que de cuando en cuando se asignan a los ciudadanos.

Los CLAP revelan igualmente, las ideas sobre el funcionamiento de la economía que tienen quienes dirigen el país. Cuando se considera –bien sea por convicción o por alguna asesoría Ibérica remunerada en moneda dura- que el gran problema de la escasez se resuelve a través de la distribución y no a través de la oferta agregada (producción nacional + bienes importados) nos encontramos en presencia de una descomunal tara mental que bloquea cualquier atisbo de recuperación en el corto plazo.

Los CLAP evidencian –una vez más- el desprecio que la pandilla gobernante siente por el sector privado y su participación en el proceso de producción y distribución de bienes y servicios. No importa cuántas mesas, reuniones, conferencias y acercamientos se realicen, la realidad es que el rol del sector privado y las capacidades productivas de cualquier forma de organización no gubernamental, serán saboteadas y perseguidas hasta su extinción, bien sea por acción u omisión ya que sencillamente, no entran en el esquema mental de quienes gobiernan. Esa alergia a lo privado –siempre es bueno recordarlo- sólo aplica al sector privado nacional, por cuanto los jugosos negocios que florecieron a la sombra de un creciente volumen de importaciones estatales, se cuadraron –o se triangularon- con empresas privadas de nuestro países socios, incluyendo la de los ideológicamente afines. 
Evidentemente, los CLAPS son una expresión brutal del desconocimiento alevoso del sistema de precios como parte fundamental de los procesos económicos.

Los CLAP son excluyentes por diseño, por cuanto se apoyan supuestamente en los Consejos Comunales, una estructura que no necesariamente existe en todos los rincones del país y que en su mayoría, funcionan muy mal. Urbanizaciones tradicionalmente opositoras o bajo la etiqueta de ese espectro cultural conocido como “clase media” quedan al margen de ese mecanismo de distribución sin otra opción que el bachaqueo. Bachaqueros o hambre, esa es la cuestión.

La sola idea de los CLAP atenta contra la más básica idea de lo que es el espacio de decisión y acción individual de cada ciudadano. Bajo la estrategia de los CLAP lo ciudadanos no comen lo que necesitan o pueden pagar. Mucho menos comen lo que quieren, les gusta o les provoca. Comen simplemente lo que el burócrata de turno decide, en la cantidad que lo decide y con la frecuencia en que este decida. El papel del ciudadano se limita a soportar estoica y obedientemente horas de cola, y a hacer el milagro de la multiplicación de los alimentos –no el milagro que dijo Nicolás- para rendirlos hasta la próxima ocasión en que sea estratégicamente necesario para el partido organizar alguna otra jornada para -rodeado de simbología partidista, canciones de Alí Primera e inflables con la figura de Chávez- asignar una nueva bolsa de comida.

El poder que desarrolla toda la fauna burocrática y partidista que controla la administración discrecional de la escasez de alimentos es considerable: los ciudadanos que pretendan recibir la bolsita de comida deben andarse por el carril, sin cuestionar mucho las decisiones que, por su bien, toma el presidente, alcalde, gobernador, diputado, concejal o presidente/gerente de alguna empresa estatal. Una foto sonriente para ser divulgada por twitter recibiendo una ración de mortadela a precio justo es parte de la sumisión ciudadana necesaria para llevar algo a la mesa.

Y he allí la característica que distingue a los CLAP de otras políticas asistencialistas al estilo Adeco desarrolladas en el país desde el Plan de Emergencia de Larrazábal: la obediencia debida del ciudadano a los gobernantes, una concepción cuartelaria y militarista que Chávez naturalmente tenía por formación, y que lo llevó a considerar al pueblo como una tropa obediente y disciplinada, y a las instituciones de la sociedad civil –universidades, sindicatos, gremios, empresas- como subalternos que debían obediencia no beligerante quien disfrutaba del mayor rango de la sociedad por voluntad popular. Si no hay obediencia y disciplina, no hay CLAP, así de simple.

Pero los CLAP han triunfado

Aunque son la peor política pública concebida en Venezuela desde los tiempos de la Colonia, los CLAP han triunfado. Obviamente no solucionan el problema del hambre- estoy seguro que no es el objetivo- ni mejoran la producción ni el abastecimiento pero se han instalado en nuestro cerebro como un virus informático que ha terminado modificando el modo de pensar de buena parte de la población y revelando el chavismo-adequismo subyacente en el pensamiento de otro tanto, incluso de personas que se consideran opuestas al chavismo.

Los CLAP triunfan como modelo cuando una discusión de vecinos se centra en las virtudes de la bolsa bien resuelta que entregaron en un sitio en comparación con otra bolsa más escuálida. La mentalidad CLAP se impone cuando el esfuerzo realizado es por mejorar un sistema de distribución que simplemente no debería existir. Los CLAP reinan  cuando la mayor aspiración de una familia es aumentar la frecuencia de la bolsa sin cuestionar la miserable situación que justifica la existencia de la bendita bolsa.

Los CLAP son el mecanismo más corrupto, ineficiente, arbitrario y excluyente que haya podido diseñarse para paliar el hambre en Venezuela. Un gobierno medianamente decente lo enfocaría en suplir a los sectores más necesitados y permitir la comercialización en los sistemas regulares de abastecimiento para el resto de la población, que podría dedicar más tiempo al trabajo, el estudio, el esfuerzo y la superación para sobrevivir a la crisis en lugar de plegarse a la cuasi mendicidad que los CLAP significan y que deterioran aún más, las posibilidades de desarrollo del país en el mediano plazo.

@jhernandezucv




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