Este artículo fue publicado en www.aporrea.org el 07/05/2013
MADURO Y LA PROTECCION
DEL PUEBLO
Una de las cosas que más me llama la
atención en el discurso del presidente electo Nicolás Maduro es su constante
referencia a su deber, voluntad, disposición, responsabilidad de “proteger” al
pueblo, estudiantes, deportistas, ancianos etc. Este verbo, según el
diccionario significa: “Resguardar
a alguien o algo de peligro o daño, Sinonimos: Apoyar, favorecer, defender”
Todo padre de familia conoce este
sentimiento: no queremos que nada le pase a nuestros hijos, y hacemos todo
cuanto podemos para resguardarlos. Tan cierto como esto es también el hecho de
que no podemos evitar que se enfrenten a la realidad del mundo, no podemos
darle todo para que no sufran en la lucha por ganarse lo que necesitan. No
podemos montarlos en nuestras espaldas y vivir la vida por ellos.
Valga la analogía para representar
esa relación siempre compleja, nunca bien entendida entre el gobierno (los
padres) y el pueblo (los hijos) y hacer algunas consideraciones:
Los gobernantes no son nuestros
padres: están allí debido a un razonamiento fundamentalmente (no
exclusivamente) utilitarista por parte de los electores; creemos y confiamos en
que nuestra existencia puede ser mejor bajo un determinado gobierno. No se
limita únicamente al disfrute de cierta prosperidad material, pero
indudablemente la incluye a la hora de elegir.
Los gobernantes no son nuestros
padres: no estamos obligados a tolerarles “a pesar de todo”. Podemos y debemos
exigirles el cumplimiento de nuestras expectativas, aquellas que surgen de una
oferta electoral dada, y la solución de problemas concretos.
Los gobernantes no son nuestros
padres: deben exigirnos el cumplimiento de los deberes, la corresponsabilidad
en el manejo de los asuntos públicos, nuestra participación consciente,
responsable y activa en el cumplimiento de los diferentes roles que nos
corresponden.
Nosotros, el pueblo no nos merecemos
todo simplemente por haber nacido en esta tierra de gracia. El gobierno tiene
la obligación de ayudar a todos, especialmente a quienes más lo necesitan pero también
tiene el derecho de exigir en contrapartida la modesta contribución que cada
ciudadano esté en capacidad de hacer, para coadyuvar a garantizar la
sostenibilidad intergeneracional de esa ayuda. Debe ayudarse directamente a
quienes así lo necesiten pero hay muchos Venezolanos, que bajo ciertas
condiciones, pueden no solo valerse por sí mismos sino que a su vez, pueden
ayudar a aquellos a quienes el brazo del estado no alcanza.
Ejemplos de protección mal entendida
abundan: entregar viviendas dignas a damnificados es una cosa; que sean
totalmente gratis es otra totalmente diferente, y otra diferente es también
entregarlas totalmente equipadas con equipos de sonido y televisores pantalla
plana. Una pequeña suma mensual por parte de las miles de familias
beneficiadas, se constituye a su vez en viviendas adicionales para la sociedad.
No puede excluirse a las familias beneficiarias de su corresponsabilidad para
hacer el beneficio extensivo a otros que también necesitan. Exonerarles además
del pago de servicios básicos como electricidad, gas y agua ya raya en lo
extremo.
Alojar en refugios a quienes por
cualquier causa perdieron sus viviendas está muy bien, pero alimentarlos gratis
durante su estadía en refugios es extremo. O es que acaso no comían en su
antigua vivienda? Téngase en cuenta que el día en que por alguna falla
logística la comida no llega, trancan las avenidas y protestan como los más
fieros enemigos. Quienes no han visitado un refugio los invito a que lo hagan y
cuenten rápidamente, cuantas personas en edad laboral se encuentra allí.
Mantener un gasto mil millonario en
divisas en importaciones y billonario en bolívares para mantener los precios de
los alimentos en precios muy bajos es loable, pero ¿en qué medida llegan esos
beneficios al pueblo? Me aventuro a asegurar que entre restaurantes, cafetines
y otros negocios de venta de alimentos, la reventa por parte de informales en
barrios además del contrabando de extracción, al menos el 50% de los alimentos
de Mercal y PDVAL no llegan a quienes en teoría, somos sus beneficiarios. Mi
caso particular es que mi familia no compra esos productos porque tenemos que
trabajar, no podemos pedir un permiso en el trabajo para hacer tres horas de cola
para comprar un pollo y por cada pollo comprado un pote de crema de arroz
tampoco es necesario.
¿Es necesario que el gobierno “le
garantice al pueblo” la compra de televisores pantalla plana y aires
acondicionados? Sería preferible en todo caso, si lo que se quiere es golpear
el negocio de los comerciantes especuladores, que el cupo CADIVI sea suficiente
para que quien pueda, se compre su artefacto. Es más digno hacer doce horas de
cola para comprar un TV?
Parece haber una delgada línea entre
“proteger” y “malcriar”, eso es válido para familias y para el gobierno de
Maduro.
Economista Javier Hernandez
@jhernandezucv
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