La contabilidad es una de esas
disciplinas frías, sin alma a la que la mayoría de los mortales les rehuimos
tanto como podemos, hasta que el contador nos alcanza en el pasillo para
explicarnos como es que el cargo de depreciación nos sacó de nuestros estimados
de resultados… y con ello, de la esperada bonificación de la gerencia.
En particular, la depreciación es
un concepto etéreo para el no especialista. Una magnitud en nuestra
contabilidad que no pasa por el banco y por tanto, se mantiene fuera del radar
de gerentes y emprendedores de todo tipo.
De acuerdo con la Norma
Internacional de Contabilidad Nº 16, la depreciación se define como “la
distribución sistemática del importe depreciable de un activo a lo largo de su
vida útil” ¿quedó claro? Quizá no, veamos
La depreciación es un apartado
contable –no implica movimiento de efectivo- utilizado para reconocer la
pérdida de valor de los activos que soportan directa o indirectamente, la
operación de una organización cualquiera. Esta pérdida de valor de los activos se
registra como un gasto del período, por lo que disminuye la utilidad contable
del ejercicio, incrementa los costos y con ello los precios, y reduce el valor
de los activos o stock de riqueza de la organización. Estos efectos peculiares
en el resultado de la empresa, producen que muchos gerentes no financieros,
accionistas, emprendedores y otros prefieran no imputar o minimizar los gastos
de depreciación. La verdad es que no entienden la importancia del concepto.
Supongamos que a ese familiar
desempleado crónico –en todas las familias hay al menos uno- le regalamos un
carro para que lo maneje como taxi. La persona en cuestión trabaja con el carro
y con él, logra cubrir los gastos variables (mantenimientos preventivos y
correctivos, gasolina, cauchos etc) y gana para alimentar a su familia. Luego
de cinco años de éxito y estabilidad económica toca de nuevo nuestra puerta: el
motor del carro se fundió y hay que comprar uno nuevo ó hacer una reparación
mayor. El sujeto por supuesto, no tuvo la precaución de hacer un apartado para esta previsible
situación.
Esto es exactamente lo que la
depreciación representa para una empresa; una especie de apartado, de alcancía
contable donde se colocan los recursos destinados a la reposición de los
activos que soportan la operación de la empresa. Si no se hacen correctamente
los apartados de depreciación, la empresa se come a sí misma; los flujos netos
que esta produce no podrían garantizar la eventual reposición de activos y los
accionistas se repartirían como utilidad algo que realmente no lo es: recursos que
la empresa necesitará en el futuro.
Esto es especialmente importante
en las empresas y proyectos de altos costos fijos, de alta inversión en planta
y equipos como son las operaciones automatizadas de manufactura.
Si Ud. es dueño o directivo de
una empresa, le conviene ponerle un ojo al asunto de las depreciaciones.
Desconfíe si sus gerentes quieren mejorar sus cifras, disminuyendo el cargo por
depreciación. Eso denotaría falta de visión y un inconveniente interés en
mostrar mejores números en el corto plazo.
@jhernandezucv
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