Los problemas económicos de
Venezuela en esta coyuntura, la persistente
y aguda escasez y su hermana siamesa, la inflación desbordadas, el
desmantelamiento de cualquier posibilidad de emprendimiento agrícola ó semi industrial,
la asfixiante burocratización de la sociedad y de los medios de ¿producción? y
la exacerbación de males sociales de expresión económica como los raspacupos,
los pimpineros y contrabandistas de todo rubro hacia los países vecinos, con la
creciente, generalizada, obvia y necesaria corrupción del funcionariado que da
soporte y protección a esas actividades, todo eso y más tiene un origen, ó en
todo caso una repetida justificación: la escasez de dólares regulados y el
inigualable atractivo y oportunidad de lucro que representa obtener unos
cuantos billetes verdes a la absurda tasa a la que hoy se cotiza oficialmente.
Vale decir que pocas empresas privilegiadas obtienen esa tasa de cambio: la
mayoría de quienes aparecen en los listados de CADIVI como beneficiarias de esa
bendición celestial, en realidad han tenido que cancelar desde 1 hasta 20
bolívar por cada dólar aprobado a toda una gama de contactos y flechas de la
burocracia cambiaria, hoy aumentada por la superposición de capas
administrativas encargadas de lo mismo: decidir quién puede recibir la
bendición del dólar a 6,30. Imaginemos el poder de extorsión que tienen estos
administradores de la riqueza petrolera del país.
Pero en realidad, el problema
es PDVSA. Ciertamente, nuestra empresa petrolera es también víctima de una
política cambiaria absurda, orientada con la pretensión electorera de crear una
sensación de bienestar insostenible mediante el subsidio del consumo a toda la
sociedad, -tanto el consumo básico como el suntuario- tomando dólares baratos
generados en un sector de alta productividad, entregándoselo sin compensación equivalente
a otro sector de muy baja productividad (todos nosotros) lo cual a su vez reproduce
las condiciones que dieron origen a esa baja productividad.
En efecto, PDVSA, nuestra
insigne empresa, productora de viviendas, de productos agrícolas, de
bachilleres, barcos y eventualmente, de petróleo y gas, sometida a una
constante exacción de recursos para financiar no sólo el desarrollo del país,
sino el proselitismo político nacional e internacional, es la primera afectada
por la política cambiaria de mantener un dólar artificialmente barato, ya que
recibe menos bolívares de los que debería, para financiar gastos que si están
determinados por el dólar no oficial.
PDVSA es el problema porque no
ha podido recuperarse luego del sabotaje petrolero, porque no ha podido
remplazar a lo meritócratas técnicamente bien capacitados pero insubordinados al
proyecto nacional, porque ha abarcado más de lo que debería por lo cual ya no
aprieta bien donde realmente le corresponde, porque ha tenido que financiar la
errada política de expropiaciones de empresas que hoy están en el suelo y que
ahora son una carga para todos como SIDOR, CORPOELEC, Lacteos Los Andes entre
otras, porque ha debido incorporar a su nómina a miles de personas sin la
calificación profesional necesaria, porque ha sido el pilar de la política
exterior, comprometiéndose a vender por debajo y comprar por arriba de lo que
la lógica mercantil hubiese aconsejado, porque las misiones de salud,
educación, alimentación, electricidad y vivienda quedaron bajo su
responsabilidad no sólo financiera –lo cual siempre ha sido el rol de PDVSA
como principal financista del estado- sino bajo su control operativo. PDVSA es
culpable porque el profesionalismo, la planificación y la lógica empresarial
fueron remplazados, no por la anteriormente ausente sensibilidad social y
compromiso con el desarrollo nacional, sino por el medalaganismo, el irracional
condicionamiento electoralista que encarece las obras si es necesario con tal
de tener algo que mostrar, aunque después quede en abandono. Esta presión sobre
la caja de una empresa que cada vez produce menos, que cobra en efectivo y a
crédito sólo una fracción de lo que vende y debe pagar al día, de contado en
muchos casos, no sólo sus propios gastos y proveedores (lo que generalmente
hace con mucho retraso, creando nuevos problemas en la operatividad de la
empresa) sino además el precario funcionamiento del estado, porque de lo
contrario se paralizan las obras en marcha, obliga a buscar cada vez más
frecuentemente, financiamiento por parte de la banca local, lo cual no
representa problema, sino además –y esto si es un mega problema monetario- a
través del Banco Central de Venezuela.
La politización electorera ha
llevado a PDVSA a niveles de producción muy bajos, y de esa producción sólo una
porción es cobrada efectivamente y representa entrada de divisas para el país.
Consultoras internacionales afirman que en promedio, sólo 1.5 millones de
barriles de los 2.3 exportados representan ingreso de liquidez para la empresa.
El endeudamiento externo ha crecido de manera exponencial lo cual no sería del
todo malo si ese dinero hubiese sido invertido en algo verdaderamente
productivo. El gobierno habla de más de 600 millardos de dólares en inversión
social en 15 años, sin embargo la infraestructura vial, la producción y
abastecimiento de alimentos, la calidad de los servicios médicos y educativos,
la provisión de servicios como el agua potable, la electricidad y hasta el gas
doméstico son hoy, si no peores, al menos igual que hace 10 ó 12 años. Incluso
lo que se había avanzado con la misión barrio adentro hoy se ha perdido. Nótese
que hablo de la calidad, así que si alguien pensaba decirme que hemos graduado
a no sé cuántos millones de bachilleres y que tenemos trillones de estudiantes
universitarios, absténgase de hacerlo, a menos que pueda demostrar aunque sea
exagerando, que esto está produciendo un cambio cualitativo importante en nuestras
fuerzas productivas.
El problema es PDVSA y es
partir de ella que vendrá la solución. No se trata de volver a la etapa
meritocrática de los Luis Giusti, Gustavo Roosen ó Sosa Pietri. Se trata de
reenfocar la empresa hacia la generación de excedentes económicos para que
otros entes lo administren. No hablo de un estado mínimo, hablo de una empresa
donde priven los criterios gerenciales, donde la eficiencia es la norma y no la
excepción, donde es el talento y no el color de la franela lo que determine la
política de recursos humanos (considérese además que muchos franelas rojas solo
aparentan ser chavistas, y salen a marchas, a vender y comprar cupos CADIVI y a
votar por la oposición, porque las lealtades así creadas duran muy poco).
En resumen, llevar la
producción al límite de la cuota OPEP,
ajustar progresivamente el mercado interno de hidrocarburos (aumento de la gasolina
y el gas doméstico), minimizar el contrabando de extracción, permitir la
participación privada como proveedor de servicios especializados expropiados y
en el transporte y comercialización, avanzar en las prometidas refinerías del
plan Siembra Petrolera, fortalecer la formación técnica del recurso humano
(reapertura del CIED), transferir las actividades no relacionadas con la
producción de energía a los entes correspondientes, reforzar las áreas
medulares de exploración y refinación y cobrar más rápido la factura petrolera
a los países “amigos” entre otras muchas cosas permitirán a la empresa fortalecerse.
Una PDVSA debilitada sólo le conviene a los enemigos que se pretende combatir,
Hay que fortalecer a PDVSA para poder tener una economía fuerte pero esa
reorientación del pensamiento que orienta a la gestión gubernamental debe ir
acompañado de una reformulación de la política económica más orientada hacia la
sostenibilidad y la productividad del sector no petrolero.
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