Hablando un poco de turismo
nacional, voy a repasar algunas ideas sobre el tema. Venezuela, es bien sabido,
dispone de un atractivo natural envidiable, las mejores playas del mundo,
paisajes variados, flora y fauna generosa entre otras dotaciones entregadas por
Dios, constituyen la mayor oferta turística, sin negar que existen ciertos
destinos donde son las manifestaciones artísticas-culturales, religiosas, gastronómicas
y el patrimonio histórico lo que se convierte en atractivo para el visitante
local y extranjero. En cuanto al visitante extranjero, hasta Junio 2012, última
fecha en que el ministerio de Turismo tiene disponible alguna información
estadística, podría esperarse en un escenario optimista, el arribo de unos
850.000 turistas durante el año, lo cual representaría un incremento importante
en el flujo de visitantes foráneos. Para poner esa cifra en contexto,
considérese que Cuba, un país sometido a bloqueo económico y muy vilipendiado
en los medios de comunicación Internacionales, recibió en 2.013, poco más de
2.8 millones de turistas y por ese concepto ingresaron a las isla, aprox 2.5
millardos de dólares, convirtiéndose en la segunda actividad generadora de
divisas para ese país. En Venezuela, podrían haber ingresado entre 0.9 y 1.1
millardos USD por ese mismo concepto. Otro aspecto a considerar tiene que ver
con que según las cifras de MINTUR, en 2.012 al menos el 20% de los visitantes
lo hicieron por motivos de negocios, lo cual es perfectamente verificable al
visitar los hoteles 5 estrellas de la capital y comprobar que en su mayoría,
los huéspedes son trabajadores y ejecutivos de las multinacionales que operan
en el país, que vienen a ofrecer bienes y servicios, dictar cursos, entre otras
razones similares. Finalmente, hay que considerar que buena parte de los
visitantes a nuestro país, quienes declaran venir de visita, provienen de
Colombia, lo cual me atrevo a asegurar, está vinculado con la masiva salida de
productos subsidiados por contrabando hacia el vecino país, por lo cual ese
turismo no sólo no trae, sino que además, se lleva.
En cuanto al turismo interno, es
innegable que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años, hecho
indudablemente vinculado a la recuperación del poder adquisitivo del Venezolano,
lo que hace que en temporadas vacacionales, puentes y feriados, sea
prácticamente imposible encontrar disponibilidad de servicios turísticos en
casi ningún destino de la geografía nacional, especialmente en los destinos
playeros.
Ahora, la calidad de la experiencia
turística vivida en el que probablemente sea el país más bello del mundo, es
otra historia. Comencemos por hablar de infraestructura: Aeropuertos nacionales
e internacionales, terminales de transporte terrestre y carreteras y autopistas,
son una verdadera tragedia, considerando los volúmenes de turistas locales que los
utilizan y los que se aspira a atraer hacia el país ¿Quién puede disfrutar de
un viaje placentero saliendo desde el terminal de La Bandera? En este punto
debe mencionarse adicionalmente los servicios de disposición de desechos
sólidos: una verdadera vergüenza en todo el país, pero especialmente marcado en
zonas playeras y turísticas en general, basta con ir hacia Tucacas y ver que en
la vía, a menos de 100 metros del mar, hay botaderos de basura a cielo abierto,
rodeados en épocas más recientes, por la proliferación de ranchos que ha
afectado al país entero en los últimos años.
Sigamos con los servicios de
transporte: las aerolíneas Venezolanas son, sin duda un verdadero desastre, siendo
la impuntualidad y el mal servicio un sello, una “marca país” como le llamarían
los mercadologos. La escasez de frecuencias y de destinos es denominador común.
Viajar entre Puerto Ordaz y Mérida (dos polos de turismo receptivo por
consolidar) es imposible sin pasar por Caracas ó Maracaibo, lo cual representa
perder un día de vacaciones. Tómese en cuenta que, por ejemplo, un trabajador Norteamericano
toma no más de una semana al año para sus vacaciones. No time to waste.
Sigamos con la oferta de servicios
al turista: los hoteles consolidados, aparte de insuficientes y costosos,
tienen fallas en el mantenimiento y se ven afectados por otras condiciones del
país: apagones y falta de agua entre ellos. Por otra parte, las posadas y servicios
de alojamiento alternativos cuestan en temporada alta, tanto como un buen hotel
de Bogotá ó Buenos Aires. En cuanto al trato al turista local ni se diga:
comerse un pescado frito en la playa (justo donde los pescan) en un ranchito
sin instalaciones sanitarias, con escaso esmero y cuidado en su preparación es
una apuesta riesgosa y extremadamente costosa. Súmele a ellos los vivos que han
privatizado las playas y que te alquilan un toldo y una silla por medio salario
mínimo, de las cervezas y otros insumos mejor no hablemos. El caso de los
lancheros en Morrocoy es como para echarse a llorar.
Finalmente, la inseguridad, esa
que en México y Colombia obedece a estructuras criminales más o menos bien
organizadas, en nuestro país es ciertamente más democrática: en cualquier zona,
a cualquier hora, cualquiera puede atracarte, sólo se necesita una moto y una
pistola -ambas muy abundantes en nuestro país- y es suficiente para que te
dejen sin ganas de volver. El caso de Mónica Spears, más allá de la tragedia
que toda muerte representa, es un caso de enorme simbolismo en esta materia:
una Venezolana emigrada, vino con su esposo extranjero, a visitar su país,
sabiendo que tiene los paisajes más bellos del planeta, (sobre eso publicó
bastantes fotos en las redes sociales), y encontró la muerte en una carretera
Venezolana donde varios cientos ya han perdido la vida y/o sus bienes en
similares circunstancias en los miles de atracos que se dan en el sector. Si
creen que exagero, pregúntele a los conductores de transporte colectivo que
hacen uso de esa ruta.
Agréguesele a ello, la situación
cambiaria, en la que ser poseedor de un dólar –algo muy normal para cualquier
turista no Venezolano- te convierte en objetivo militar, poseedor de una
riqueza inimaginable. Las posibilidades de comprar directamente en dólares, ó
cambiar legalmente a bolívares a una tasa de cambio atractiva, en nuestro país simplemente
no existen, por lo que el turista es abordado desde el propio aeropuerto por
cientos de candidatos –en muchos casos autoridades- dispuestos a “ayudar” con
el cambio de moneda.
En conclusión, hacer turismo en
Venezuela es costoso, incómodo y riesgoso, aun así, vale la pena seguir
intentando y avanzar en la formulación de políticas y en muchas gestión
gubernamental para desarrollar el potencial del país para el aprovechamiento de
los beneficios de la actividad turística y sus impactos positivos en su
economía, a través de la generación de divisas, el desarrollo desconcentrado
del territorio, y la redistribución del ingreso. Para ello, sobran las
oportunidades, siendo el principal enemigo la depauperación y la informalización
de todo el país, donde las invasiones –tanto de propiedad privada, como de
áreas verdes públicas- que hoy son refugio de malandros y delincuentes como los
que asesinaron a la Miss Venezuela, se han desatado sin interés aparente e
incluso protección de las autoridades. Así mismo, la informalización y anarquizacion
de la actividades de servicios turísticos (playas llenas de buhoneros,
autobuseros que cobran lo que mejor les parece, taxistas sin tarifario ni taxímetro
entre otras perlas) debe ser atendida como un problema que atenta contra el
desarrollo de una actividad prioritaria para el país, por lo que debe
castigarse severamente las prácticas de usura y desbordada ambición que hacen
que el turista sea percibido como una piñata, al que hay que sacarle lo máximo posible
en el menor lapso, en lugar de fortalecer la consolidación en el mediano y
largo plazo de un destino turístico específico.
Por otra parte, hay que
desarrollar un plan para la explotación racional de nichos del mercado
turístico: ecoturismo, agroturismo, turismo religioso, deportivo, turismo de
convenciones, turismo médico (como en Cuba) entre otros. Es un campo fértil
para la inversión privada productiva, pero se necesita orden en el país como condición
necesaria.
Veamos el caso de Orlando, en
Florida, Estados Unidos. Es una ciudad de poco menos de 2 millones de
habitantes (incluyendo localidades cercanas) que en el año 2011 recibió 55
millones de turistas, 3.8 millones de ellos, extranjeros. Es la región del
mundo donde más autos se alquilan entre otras características que destacan
¿alguno de Uds. sabe cuánto cuesta alquilar un carro en nuestro país? Visitar
Orlando es, sin duda, comprender el concepto de Industria Turística. La
integración de una cadena de servicios
destinados a que el turista visite, gaste, y regrese una y otra vez
(diversión, compras, transporte, ornato de la ciudad, accesibilidad para
discapacitados y ancianos, alojamiento, seguridad, orden, limpieza, personal bilingüe
y capacitado) Y en realidad no tiene un solo atractivo natural llamativo que
valga la pena. Se ha enfocado en desarrollarse como un destino para el turismo
familiar y las compras, y en épocas recientes ha hecho énfasis en el turismo de
convenciones (el Convention Center de Orlando es en sí mismo un paseo).
En lo personal, aunque lo
disfruto mucho, no es el concepto de Orlando el que yo considero un ideal para
el desarrollo de la industria turística en el país. Ese modelo masivo,
industrializado en el sentido Fordista, estandarizado, homogéneo y operado en
forma concentrada por grandes corporaciones, dista de ser el ideal del
desarrollo que Venezuela necesita. Lo ideal es un modelo desconcentrado,
ecoamigable, de aprovechamiento de talento humano y encadenamientos productivos
locales, fundamentalmente operado por PYMES, con respeto por las tradiciones
culturales, artísticas y gastronómicas de la localidad. Ejemplos de buenas
prácticas no abundan en nuestro país, pero las posibilidades de replicar
experiencias como el circuito de la excelencia, son infinitas. Lo merecemos y
lo necesitamos.
@jhernandezucv
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