Nuevamente el presidente Maduro
ha decretado un incremento nominal en el salario mínimo para llevarlo a Bs.
15.051,17 mensual, además de un ajuste en el bono de alimentación para llevarlo
a Bs. 18.585, con lo cual el ingreso mínimo legal del trabajador venezolano se
sitúa en Bs. 33.636,17. En lo que va de año el IML se ha incrementado en 105%
y, aunque el gobierno nacional procure posicionar esta política salarial en la
narrativa de la justicia social y las bondades del proyecto político en el
poder, la realidad es que evidencia la gravedad de la situación económica y
social de la población venezolana.
Para los no venezolanos les
aclaro: el bono de alimentación es un pago complementario al salario, de carácter
no prestacional; es decir, no imputa para prestaciones sociales, utilidades,
vacaciones, así como para las contribuciones a la seguridad social. Con el
último ajuste, este complemento equivale a 123% del salario, y un 55% del
ingreso bruto mensual de los trabajadores que devengan salario mínimo, aun
cuando este beneficio es extensible a otras escalas salariales y ahora, a los
pensionados y jubilados.
Aun cuando no se sabe cuál es el
registro oficial de inflación para los primeros cuatro meses del año, las
estimaciones más conservadoras sitúan en no menos de 70% de inflación acumulada
en este primer cuatrimestre. Si se evalúa el crecimiento en el precio de los
alimentos, este indicador podría superar un 200% en ciertos rubros en el mismo
lapso, por no mencionar otros rubros menos básicos pero que tienen fuerte
impacto en la cadena productiva como es el caso de los repuestos industriales y
automotrices, el material de empaque entre otros. Desafiando el conocimiento
económico acumulado durante décadas que postula una relación positiva entre
crecimiento económico e inflación, la pre hiperinflación (según el
concepto de Cagan) venezolana ocurre en
un año en el que la contracción de la economía alcanzará casi con certeza, los
dos dígitos. Una tragedia.
A falta de cifras oficiales, que
dejaron de publicarse en 2014, tomemos como válido el valor referencial
publicado periódicamente por el CENDAS para la canasta alimentaria en
Venezuela, que se ubicó al mes de marzo de 2016 en Bs. 142.853,20. Es decir, se
necesitarían más de cuatro adultos devengando ingreso mínimo legal para poder
alimentar –sólo alimentar- a una familia tipo de cinco miembros.
¿Y cuánto es eso en dólares?
Vuelve también el debate de las
equivalencias del ingreso mínimo legal del venezolano expresado en dólares,
como una referencia del poder de compra que dicho ingreso puede proveer para la
adquisición de una canasta mínima de bienes.
Para llevar el salario mínimo de
Venezuela a dólares, entramos en el debate del tipo de cambio que habría que
utilizar para ese cálculo. Dado que en el país existen dos tipos de cambio
oficiales y uno no oficial que tiene un gran poder en la fijación de precios en
la economía; habría que realizar una ponderación del tipo de cambio aplicada en
la canasta de consumo típica.
Pero eso no lo voy a hacer esta
vez. Dado que desde el aparato propagandístico gubernamental y sus
simpatizantes espontáneos se bombardean estos argumentos, esta vez voy a probar
aproximarme a la cobertura del salario mínimo, apegándome al discurso oficial
en el cual el estado venezolano garantiza a los trabajadores la mayor suma de
felicidad posible.
De acuerdo con el discurso
oficial, el salario mínimo en Venezuela es, desde hace varios años, uno de los
más altos de América Latina cuando se expresaba en dólares, debido que el
gobierno calculaba el ingreso nominal, constantemente creciente por los ajustes
decretados por el ejecutivo nacional, y lo dividía entre un tipo de cambio
oficial sobrevaluado, único e indiscutible, en oposición al cambio guarimbero,
inexistente, innombrable, el Voldemore que causaba distorsiones especulativas
pero poco significativas en términos de su impacto en la formación de los
precios. Prueba irrefutable de ello era la existencia de ferias, mercales,
pdvales y bicentenarios donde se podía comprar a precio justo los bienes
necesarios, materializando así un enorme poder de compra del salario.
Sobre el colapso del sistema de
distribución estatal hay múltiples evidencias. La minimización de las redes
PDVAL y Mercal, el cierre de algunos supermercados bicentenario, las
captahuellas, el terminal de la cédula, la escasez, el bachaqueo y las
interminables colas son expresiones de que finalmente se ha impuesto la anarquía
sobre las pretensiones estatales de controlar la circulación de mercancías y la
formación de precios.
Aun así, el gobierno decidió
mantener en Bs. 10 el tipo de cambio “protegido” un valor absurdo desde
cualquier racionalidad económica, que representa más del 90% de los dólares
liquidados en la actualidad y que se ha justificado como un mecanismo que
permite abaratar las importaciones -y por tanto trasladar al pueblo el
beneficio vía precios- de bienes esenciales como alimentos y medicinas.
Aferrémonos a esa ficción, esa
fantasía idílica promovida por el gobierno nacional de que ese es el tipo de
cambio que rige la economía, al menos en lo que a alimentos se refiere. En ese
caso, el nuevo ingreso mínimo legal en el país sería de 3.363,6 dólares americanos.
Toda una maravilla que haría palidecer de envidia a cualquier ciudadano latinoamericano,
que estarían haciendo maromas para venirse a vivir a esta tierra de gracia
donde haciendo lo que sea, vivirían mejor que en su país de origen. Justo lo
que hacen los venezolanos en este momento.
Asumamos que ese es el tipo de
cambio correcto y no el TC “no protegido” ó SIMADI / DICOM que situaría el IML
alrededor de los 90USD mensuales, el cual ya sería bastante bajo comparado con otros
países de Latinoamérica.
Si la tasa que rige el ingreso es
la protegida de Bs. 10/USD, entonces es la misma que nos permite calcular el
precio en USD de algunos alimentos. Algunos casos emblemáticos podrían ser:
1Kg Carne de primera: Bs. 3.000 =
300 USD
1Kg de Pollo entero: Bs. 1.600
=160 USD
1 Docena de huevos: Bs. 900 =90 USD
1 Pan canilla: Bs. 250 = 25USD
1 Kg Café (el único que se
consigue)= Bs. 2800 =280USD.
1Kg de queso duro: Bs. 3200=
320USD
No hay manera de disfrazar la
situación: en Venezuela es imposible que una familia de 5 integrantes (dos
adultos trabajando) pueda sobrevivir con el ingreso mínimo legal. La familia
venezolana está pasando hambre, los adultos dejan de comer para alimentar a los
niños. La ingesta de alimentos es poco balanceada y reposa fundamentalmente en
harinas y pastas, al tiempo que las proteínas animales se reducen o transmutan
en embutidos de dudosa calidad y las frutas desaparecen de la dieta del
venezolano. Hoy se incuban los problemas de salud de mañana en un país donde
adicionalmente, no se consiguen medicinas.
Los aumentos de salario sin
sostenibilidad fiscal conducen a mayor monetización del déficit y nos lleva por
la vía expresa a la hiperinflación. La caída de las ventas producto de la
brutal contracción económica, y la imposibilidad de muchas empresas de
trasladar los nuevos costos a los precios, podría conducir a un incremento
significativo del desempleo. Por donde se vea, esta manera de manejar la
política salarial es altamente inefectiva y no compra nada, ni siquiera tiempo.
Urge una política anti
inflacionaria sensata, que evite que se continúe pulverizando el poder de
compra del salario y destruyéndose los incentivos al estudio y al trabajo como
medio de superación futura. La sostenibilidad fiscal de los aumentos salariales
puede lograrse si se desmontan los perversos mecanismos de subsidio que no
llegan a las personas que más lo necesitan sino que se constituyen en
incentivos para los negociados de aquellos que tienen posibilidad de conectarse
con quienes reparten la piñata de los dólares, los alimentos, la gasolina entre
otros. En cuanto al sector privado, urge permitirles ajustar precios en función
de sus estructuras de costos y no en función de las limitadas capacidades de
fiscalización de la burocracia estatal que se aferra a la fantasía del dólar
barato y los precios justos que, junto a la sayona y el silbón pasaron a formar
parte de los mitos y leyendas venezolanas.
@jhernandezucv
Estimado. Excelente artículo. Mi caso, más de 25 años egresado de la UCV, un post grado en la USB, GERENTE de una de las Corporaciónes más grandes del país y mi salario mebsual integral no llega a dos salarios mínimos. Qué tal?
ResponderEliminarEstimado Pedro, en el caso de la clase media y los profesionales, la situación es mucho peor y la caida del bienestar y la calidad de vida ha sido vertical. A estas alturas no se sabe si son acciones deliberadas en aras de un igualitarismo mal entendido o es simple incapacidad.
ResponderEliminarSaludos